Opinión

Politóloga

La irreverencia política

Juan Carlos Monedero e Iñigo Errejón.

Juan Carlos Monedero e Iñigo Errejón.

Lo peor de la política en estos días es la irreverencia con la que se practica. Cada vez que se celebra una sesión de control en Les Corts se rompe un poco más el cordón umbilical que la une con la sociedad: la confianza. Cuatro meses después de la riada seguimos sin respuestas claras y en ausencia de admisión de responsabilidades ante el cúmulo de despropósitos en los que incurrió el Consell el fatídico 29 de octubre, más allá de las dos conselleras que fueron cesadas. La ciudadanía, pero sobre todo las víctimas y familiares de las personas fallecidas, tienen derecho a saber qué pasó exactamente en las horas previas a la catástrofe. La manipulación, mentiras o medias verdades, no sirven ante unos hechos de esta gravedad, y eso es lo que se volvió a ver el pasado jueves en sede parlamentaria. No hay máscara que pueda sostener en el tiempo el vacío de competencia política, cada vez es más evidente, en la vara de mando de la administración autonómica.

Lo peor de la política en estos días es la irreverencia con la que se practica. Después de las elecciones europeas de 2014 en las que aquella papeleta con foto por logo obtuvo 1.250.000 votos, Juan Carlos Monedero se cansó de explicar en diferentes artículos la emergencia de Podemos como consecuencia de representar una nueva forma de hacer política frente a los partidos tradicionales, a su vez, causantes de la desafección y del deterioro institucional. Hoy, parece una mala broma. De aquel triunvirato que quiso asaltar los cielos quedan las denuncias y sospechas de acoso sexual contra dos de ellos, Errejón y Monedero. Por el camino, broncas y escisiones: la nueva política. Por lo visto, no hay máscara que sostenga en el tiempo un proyecto político trazado desde el acervo populista.

Demasiada apariencia en los tiempos de hoy. Demasiada realidad impostada. Demasiado cuento para tantos desafíos políticos y sociales. Me quedo con la verdad que nace de la intimidad individual hacia lo colectivo, desde los valores y con el valor de trazar las líneas de un mundo mejor.

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