Opinión | Bolos

Subdirector de Levante-EMV

Diez años del ‘caloret faller’

La alcaldesa Rita Barberá en la Crida de 2015, durante su famoso discurso.

La alcaldesa Rita Barberá en la Crida de 2015, durante su famoso discurso. / L-EMV

Chapa que distribuyó el PPCV tras la polémica de la Crida.

Chapa que distribuyó el PPCV tras la polémica de la Crida. / L-EMV

Dos lustros justos de la mejor escena berlanguiana fuera de las pantallas. La era digital supera tan rápido las íntimas melodías del bolero que una decena de calendarios llena los anales de un siglo. La Crida de 2015 fue el inicio del declive del PPCV y de su mítica figura, Rita Barberá. Aquello fue tan viral que marcó el fin de una época. Los hechos y sus consecuencias de sobra son conocidos, aunque poco se ha estudiado como desde aquel último domingo de febrero, los activistas de Compromís estiraron tan bien de la cuerda hasta conseguir el sorpasso al PSPV en València, y condicionar la administración del Botànic. Muchos de aquellos agitadores siguen en los sillones del hemiciclo del Cap i Casal, aunque desfondados y con pocas ideas. En plena crisis del universo woke que tan bien representan, los doctrinarios más líquidos que ha tenido nunca la izquierda valencianista vuelven a mirar a las fallas, pese su imposible control. Ni autocrítica, ni propósito de enmienda, ahí está toda la maquinaria compromisera dispuesta a revivir aquellos años felices, donde el caloret de las mascletaes convirtió la plaza mayor en un gran altavoz para el cambio de ciclo. Salió bien, sin duda, pero aunque aquel periodo institucional generó muchas fugas en su electorado, Carlos Mazón les ha brindado una nueva oportunidad para demostrar que el ojo de un buen activista siempre está avizor. El Consell, e incluso la municipalidad de María José Catalá, han dado razones de sobra para revivir el movimiento anticaloret. Esta tarde está previsto el primer día del festival. 

Los que tampoco han aprendido nada en estos diez años han sido los del PP. Siguen con el chip equivocado, como si gobernaran con mayoría absoluta y convencidos que el poder les otorga la razón. Siguen sin detectar el tremendo enfado de su electorado con Mazón por no estar donde tocaba el día de la catástrofe, y esa no imagen, igual que la de la efigie de Barberá en las Torres de Serrans, erosiona a los suyos más que a nadie, que se pasarán en tropel a Vox, si González Pons no lo remedia. ¿Y el PSPV? Bien gracias, a ver que se le ocurre hoy a Sánchez.

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