Opinión | Algo personal
Hacha de guerra
Alguien lo ha dicho: la patria es la lengua. Si encima tienes dos lenguas, ya es la leche: dos patrias

Manifestación en Elx en mayo de 2024. / L-EMV
Les va la marcha. Cuando no gobiernan no paran de montar pirulas contra los gobiernos que no son los suyos. Y cuando gobiernan están todo el rato montando pirulas contra los gobiernos de antes. Y aún peor: contra la gente que no es la suya. O sea: siempre en pie de guerra. Hay una película muy antigua, de 1960, que se titula La paz empieza nunca, basada en una novela de Emilio Romero, escritor y alto representante del periodismo franquista. Pues así van por la vida. No les va la paz. Les va el enredo, marear la perdiz, remover los charcos y llenarlo todo de agua sucia con bichitos dentro. Son así.
Nací y vivo en Gestalgar. Un pueblo de la Serranía. Nuestra lengua es el castellano. A los ocho años nos fuimos a vivir a Vilamarxant, un pueblo del Camp de Túria donde se habla valenciano. Lo he contado muchas veces: allí tuve la mejor maestra para aprender una lengua que para mí era como la de los apaches en las películas del Oeste. La tía Àngela tenía una tienda al lado del horno de mi familia. Los críos jugábamos a sacar unas monedas o algo de un círculo dibujado en el suelo. Cada vez que fallaba, yo me cagaba en deu. Y eran muchas las veces que fallaba. Un día me llama la mujer. Entramos en la tienda y me dice: eres muy pequeño para decir lo que dices. Qué digo, le pregunté. Pues te cagas en Dios. Eso me contestó. Yo le dije que no, que en lo que me cagaba cada vez que erraba el tiro era en diez. Me cago en diez, como hacemos en mi pueblo, seguí argumentando. Y me enseñó aquel día a distinguir entre la e abierta y la e cerrada. Entre deu y Déu. Gracias, tía Àngela. Nunca olvidaré esa clase magistral entre botas de sardinas y abadejo seco, latas grandes de atún y bollos redondos de chocolate que tenían la textura arenosa de la tierra. De ahí nos fuimos a Llíria, un pueblo cercano. Entonces éramos como una familia de titiriteros. No estábamos cuatro días seguidos en ninguna parte. En Llíria también se habla valenciano. Es donde más años viví y donde acabé de completar mis cursos lingüísticos en plena calle. Un gozo poder hacerme entender y entender a los demás en las dos lenguas. Alguien lo ha dicho: la patria es la lengua. Si encima tienes dos lenguas, ya es la leche: dos patrias. Aunque a mí, personalmente, las patrias me gustan poco. O nada.
Siempre me llamaba la atención que las familias bien de los pueblos valencianoparlantes hablaban en castellano a sus hijos, aunque el castellano que usaban parecía la lengua apache de las películas del Oeste. Supe entonces que la lengua era también una cuestión de clase. Por eso había mucha gente que se avergonzaba cuando iba a València porque si hablaba en valenciano la trataban despectivamente de pueblerina. El franquismo provocó el autoodio, que el valenciano fuera despreciado por sus propios hablantes. “Ser de poble” era como un insulto. Lo que también veía, conforme pasaban los años, era que las derechas políticas valencianas no usaban el valenciano y decían que quienes sí que lo hablábamos y escribíamos éramos agentes de la internacional catalanista. Cada vez que esas derechas flojeaban, sacaban el fantasma del catalanismo. ¡Hay que hablar valenciano y no catalán!: eso gritaban. Pero qué curioso: lo gritaban en castellano. ¡Qué raro todo, ¿no?!
Ahora tenemos un gobierno del PP que antes era del PP y Vox pero siguen de la mano como buenos compañeros de pupitre. Y tenemos un Conseller de Educación que es la monda. No acierta ni una. Pero ni una es ni una. Y dicen que es profesor universitario. A ver su expediente, que no me lo creo. Ha desenterrado el hacha de guerra lingüística. Otra vez. La amarga Batalla de València cuando la transición. Aquella violencia en nuestra memoria. Ahora las familias podrán elegir la lengua que quieran para sus hijos en la escuela, como un ejemplo de libertad absoluta: eso dicen. Estoy hasta el gorro de que siempre vayan con la palabra libertad por delante. Hasta el gorro. La única libertad que entienden es la suya para hacer lo que les da la gana. Lo peor de todo es que un político indocumentado como el conseller José Antonio Rovira ha vuelto a romper la paz en los centros de enseñanza. El gobierno de Carlos Mazón, seguramente para que no hablemos de su irresponsable y posiblemente delictiva gestión de la Dana, ha vuelto a enguerrar no solo al profesorado de los centros de enseñanza sino lo que es peor: a las familias. No me extrañaría nada que la violencia apareciera de nuevo en esos centros. En serio que no me extrañaría nada. Padres y madres a hostia limpia por la calle y en el patio de la escuela. ¿Y la Justicia, qué dice? Miedo me da.
La lengua es un puente magnífico para el entendimiento entre la gente, para que las palabras sean un abrazo y no un escupitajo en la cara de quien tenemos delante. Para que desde muy críos conozcamos de primera mano que la inabarcable diferencia que hay entre diez y Dios, cuando hablamos una lengua que a lo mejor no es la nuestra, es sólo cuestión de abrir una vocal o de cerrarla. Y no de sacar el hacha para empezar de nuevo una guerra que ya estaba olvidada. O eso creíamos, ¿no? O eso creíamos.
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