Opinión | Tribuna
"Premios Rei Jaume I: un espejo (fiel) de la sociedad"
En la última edición de los PRJI los siete premiados fueron hombres. La fotografía oficial de la entrega del viernes pasado parecía un salto hacia atrás en el reconocimiento del creciente papel de la mujer en las actividades científicas y empresariales.
Desde hace 35 ediciones, la Fundación organiza los premios, pero no elige directamente a los premiados ni realiza las nominaciones a las diferentes candidaturas. Para lo primero están los jurados que son completamente soberanos; y las candidaturas tampoco las decide la Fundación, sino que las presentan los científicos, las instituciones, las organizaciones empresariales, los profesionales o las empresas que pueden cumplimentar su propuesta directamente en la web de la Fundación. (La edición 2025 se encuentra en este momento abierta hasta el 10 de marzo).
El objetivo fundamental de los premios es otorgar el reconocimiento social a la mejor candidatura por su nivel de excelencia en las disciplinas científico-técnicas o en el ámbito empresarial. La excelencia científica se mide a través de múltiples indicadores disponibles que consideran la originalidad del descubrimiento y su relevancia. La excelencia empresarial exige la detección y el aprovechamiento de las oportunidades y se mide a través del impacto en el empleo, la creación de valor, la productividad o la competitividad. No interviene por tanto en la decisión ni el origen territorial de la candidatura, ni el sector científico o económico en el que se inserta, ni el género de la persona que se presenta. Creemos que así se evita cualquier discriminación.
Y puede suceder, como en esta ocasión, que todo sean hombres o que todo hubieran sido mujeres ya que la Fundación no realiza una decisión conjunta de todos los ganadores. Son siete jurados independientes quienes realizan el fallo y lo emiten a la vez. Por esta razón, por poner un ejemplo, no se podría ni debería condicionar la decisión de un jurado de Investigación Básica en función de la decisión adoptada en Investigación Médica. El resultado concreto que pudiera producirse entre los dos extremos, «todo hombres» o «todo mujeres», se supedita a que en cada jurado el ganador o ganadora en ese premio sea quien más lo merece.
La inmensa mayoría de las premiadas está en contra de cuotas o proporciones preestablecidas cuando se las consulta al respecto. Margarita Salas -premiada en 1994- siempre se opuso con firmeza. Lo que sí exigen es igualdad de oportunidades al inicio de sus carreras, pero no se muestran partidarias de forzar la igualdad cuando las culminan. Argumentan que las cuotas depreciarían sus méritos reconocidos cuando saben que compiten en condiciones de perfecta igualdad. Y también confían en que el tiempo les dará la razón porque cada vez más -aunque no sea en todas las convocatorias- va creciendo paulatinamente el porcentaje de ganadoras.
Sin embargo, nuestras premiadas y nuestros jurados sí reclaman que se avance con firmeza en atacar las causas últimas de la menor presencia de la mujer entre los ganadores. Desde la familia, la escuela, la formación profesional, la universidad, la conciliación familiar, el grado de movilidad, la maternidad y, en su caso, el cuidado de los hijos y la seguridad en el empleo. Estas causas no se encuentran en los premios que son espejo fiel de la realidad, pero no son la causa de la insatisfactoria realidad que proyectan. Si se modifica la forma del espejo la imagen podría gustar más pero no reflejaría la realidad que subyace sino la que se desea.
La sospecha de que pudiera existir una estrategia institucional de equilibrio de género en cada convocatoria o a lo largo de las sucesivas ediciones, arruinaría el prestigio de los galardones más relevantes del ámbito español. La elevadísima reputación de sus jurados y de sus premiados no podría mantenerse si se introdujeran desde la Fundación pautas de conducta o correcciones a los resultados. También sería imposible conseguir la participación de Premios Nobel que no aceptarían este tipo de cláusulas, ni la de otros miembros prestigiosos para formar parte de los jurados o, incluso, investigadores y empresarios que nominaran o que aceptaran ser candidatos.
La Fundación reconoce que, en general, las mujeres llegan algo más tarde, pero llegan. En parte porque se han iniciado más tarde, pero nada impide que puedan llegar mucho más lejos.
En los últimos años se incorporan a los jurados una mayor proporción de mujeres que les permite conocer de primera mano si existe riesgo de sesgo de género; y en el caso de los jóvenes jurados, la proporción es todavía superior ya que entre los post-docs internacionales el porcentaje de mujeres es creciente.
Por otra parte, aumentar las candidaturas femeninas -algo que está en manos de la práctica totalidad de la comunidad científica o empresarial- es importante para dar mayor visibilidad a los jurados de la actividad creciente de las mujeres, aunque no pueda garantizar su éxito. Conviene recordar que, a diferencia de otros premios, en los PRJI si a una no la nominan, o no se presenta, no puede ser elegida. Una vez nominada podrá renovar su candidatura actualizando su currículo con los nuevos méritos acumulados. No obtener el premio en una convocatoria no debe considerarse un fracaso, sin olvidar que la media entre los ganadores es del orden de tres a cuatro intentos (en los Nobel son 7).
La Fundación comparte con el resto de la sociedad el deseo de que las mujeres tengan un mayor protagonismo en nuestros galardones y que el ritmo se acelere para acortar el desfase que se arrastra, pero no desea utilizar herramientas que dañarían su reputación al haber más ganadoras, pero de unos premios menos prestigiosos con una pérdida de reputación irrecuperable. Para corregir y contribuir a subsanar el retraso hay que ir a las causas. Sin embargo, una cuota no permitiría saber si la ganadora de un premio lo es porque ha sido considerada la mejor entre todos los candidatos o porque se ha cumplido con la norma.
La Fundación comparte la preocupación por el problema de que hay pocas premiadas, pero se objeta la solución que se propone. Las consecuencias serían devastadoras para unos premios que gozan de un prestigio indiscutible por la calidad de sus jurados, el acierto en sus decisiones y el importe económico y reconocimiento social de sus premios.
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