Opinión | Ágora
La circulación de las élites empresariales y culturales en Valencia
Poco se ha estudiado lo que significó la Cumbre de Orihuela. Reunió a líderes empresariales y culturales convocados en 1990 por Agramunt Font de Mora, presidente de Cierval y senador por el PPCV, fallecido recientemente, con el objetivo de discutir el futuro de la Comunidad Valenciana. No solo puso a Valencia en el mapa internacional, sino que también sentó las bases para una colaboración más estrecha entre las élites de las tres provincias valencianas. Ese evento representó un cambio en la percepción sobre el potencial económico y cultural de la Comunitat, lo que llevó a una mayor inversión privada, tanto nacional como internacional, la internacionalización de la empresa familiar, y sentó las bases de la permanente denuncia ante el gobierno de Madrid: la infrafinanciación de la Generalitat Valenciana y la baja inversión pública en la Comunitat respecto al resto de España.
La ciudad de Valencia ha visto cómo sus élites empresariales y culturales han evolucionado y se han interrelacionado en las tres últimas décadas; desde la Cumbre Empresarial de 1990 hasta el impacto actual de la ‘Saga los Roig’. Entonces Valencia contaba con una burguesía financiera robusta, representada por entidades como Bancaixa, CAM o el Banco de Valencia. Con un capital procedente de la exportación y del crédito hipotecario, actuaban como pilares de inversión local y promotores de proyectos autonómicos. Sin embargo, la crisis de 2008 aceleró su desaparición, absorbidas por grandes bancos nacionales como La Caixa o el Banco de Sabadell. Este declive marcó un punto de inflexión: la pérdida de autonomía financiera, que derivó en un modelo económico dependiente de decisiones centralizadas y foráneas definido como un «nuevo sucursalismo» que supuso el fuerte declive de aquella burguesía protagonista en Orihuela.
A partir de 1990, las élites empresariales comenzaron a diversificarse. Nuevas empresas emergieron en sectores como tecnología, turismo, inmobiliario y cultural, complementarias a los clásicos de la cerámica, calzado, mueble o del automóvil. Esa diversificación permitió una mayor movilidad social y económica. Sin embargo, este crecimiento no estuvo exento de desafíos. La llegada de capital externo también trajo consigo tensiones entre los intereses locales y los foráneos. Solo una de ellas, la del automóvil, fue capaz de crear un ‘hub’ alrededor de la Ford y participar en las nuevas «cadenas de valor» de la globalización.
Durante las dos décadas siguientes, Valencia experimentó un auge turístico sin precedentes. Eventos como renovación crítica de las Fallas, la Ciudad de las Artes y las Ciencias, la Fórmula 1, la America’s Cup, la Ópera o el IVAM, se convirtieron en símbolos del renacer cultural valenciano. Las élites culturales se vieron impulsadas a colaborar con el sector empresarial para crear una oferta inmobiliaria y turística atractiva y situar a la Comunidad Valenciana en los grandes circuitos internacionales. Además, instituciones culturales como el IVAM jugaron un papel crucial en promover nuevas voces artísticas y atraer a un público diverso tanto local como internacional a través de su renovada oferta.
El cierre del Círculo de Bellas Artes en 2017 por deudas y falta de apoyo institucional significó el fin paradigmático de una época. Ejemplifica cómo proyectos históricos culturales sucumbieron ante la desidia política cuando nacieron de la iniciativa pública. Otro ejemplo fue como se cerró y abandonó Canal 9-TV. Similar destino tuvo Bombas Gens, un espacio de arte contemporáneo que, tras una gestión fallida, derivó en un centro digital gestionado por empresas privadas. Estos casos reflejan un patrón: la cultura valenciana ha quedado atrapada en los cambios bruscos en la gestión de espacios públicos como el Centro del Carmen, el IVAM, el palacio de la Ópera o el Museo San Pío V, según oscilen las lealtades de sus direcciones artísticas. La mediocridad alcanzada es preocupante.
Sin embargo, en los últimos años, algunas familias empresariales comenzaron a destacar por su influencia. Un ejemplo paradigmático es la familia Roig, dueña del Grupo Mercadona, entre otros patrimonios familiares en la Comunitat. Ha emergido como una de las más poderosas e influyentes, no solo en Valencia sino también a nivel nacional. Su modelo empresarial basado en la cercanía al consumidor y su compromiso con la calidad les permitió establecerse como líderes del sector alimentario. La influencia de los Roig va más allá del ámbito empresarial; han jugado un papel crucial en iniciativas culturales y sociales. A través de fundaciones y patrocinios deportivos como la Fundación Hortensia Herrero en el arte y la cultura. Han apoyado proyectos artísticos, deportivos, educativos y de reconstrucción de patrimonios que buscan mejorar la calidad de vida, o recientemente ayudar salir de los efectos de la catástrofe del 29-O. Sin embargo, esta influencia también plantea un doble interrogante: uno, el poder que tienen estas élites para moldear el discurso cultural y social; y dos, ¿no estaremos ante el protagonismo de un nuevo «patriciado» urbano que sustituye la oferta cultural y social pública por la privada a través de sus «mecenazgos»?
Sin lugar a duda, nos encontramos ante una nueva generación dentro del tejido empresarial valenciano que busca cambiar las dinámicas establecidas por sus predecesores. Jóvenes emprendedores como los anclados en las nuevas tecnologías, ‘startups’, la IA, o la internacionalización empresarial surgidos de la Universidad Politécnica de Valencia, de sus escuelas de Ingeniería, robótica, ADE o de Bellas Artes. Una nueva generación más comprometidos con prácticas sostenibles e inclusivas, buscando construir un futuro donde el crecimiento económico no esté reñido con la justicia social ni con la conservación del patrimonio cultural valenciano. Efectivamente, las demandas de los movimientos sociales y sindicales por la igualdad y la justicia han llevado a una mayor presión sobre las nuevas élites para que sean más inclusivas y representativas; a la par de un aumento en el nivel educativo que ha empoderado a nuevos grupos sociales para desafiar a las viejas élites establecidas. Sin olvidar que este cambio generacional también implica una mayor preocupación por temas como la igualdad de género en el ámbito empresarial. Las nuevas élites están desafiando las viejas estructuras patriarcales predominantes en la tradicional empresa familiar al empoderar a mujeres líderes.
El futuro de la Comunitat dependerá no solo del papel continuado de figuras locales prominentes como la ‘saga de los Roig’, sino también del compromiso colectivo de esas nuevas elites tecnológicas. Sin olvidar el fuerte protagonismo que en ese escenario tienen empresarios como Salvador Navarro, al frente del a CEV, que ha conseguido unificar el complicado entramado empresarial de las tres provincias, o José Vicente Morata, presidente de la Cámara de Comercio, impulsando la internacionalización de la empresa tradicional en nuevos mercados internacionales. Junto con los Roig, forman parte de la renovación de las élites, de las que participa, como ejemplo, la Fundación Hortensia Herrero en lo cultural y artístico. Una interrelación que beneficia a la Comunidad Valenciana sin sacrificar su rica herencia cultural ni su cohesión social. Valencia y La Comunitat tienen ante sí una oportunidad única: construir un modelo donde los intereses económicos se alineen con los valores sociales y culturales. Solo falta que le sigan las élites políticas valencianas, actualmente a la zaga. ◼
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