Opinión | MIRADOR
Trump, Putin, Hitler o Stalin, más de lo mismo
Europa debe unirse y armarse. Europa debe promover una importante inversión en seguridad, sin precedentes.
No es una sorpresa el desprecio y el temor que los alumnos muestran hacia la clase de Historia, ese hueso duro que se les atraganta a muchos, pero que, al mismo tiempo, es necesario para comprender el mundo. Ya sentenciaba Cicerón un siglo antes de Cristo que, si ignoramos el pasado, siempre seremos como niños. Y es más que relevante recordarnos esto, porque la necedad de los amnésicos y la desidia de los irresponsables pueden cambiar Europa. Solo hay que recordar que Hitler invadió Austria, Checoslovaquia y Polonia con el mismo argumento con el que Vladimir Putin invadió Ucrania: Alemania se consideraba con derecho a recuperar territorios perdidos. Y en el caso de Checoslovaquia y Polonia, se arrogaba el papel de salvador de minorías perseguidas que necesitaban su beatífica protección, tal como sonó la propaganda prorrusa en los territorios ucranianos del Donbás o Crimea. Y qué decir del amigo Stalin, quien invadió Polonia tras la derrota alemana con las mismas cantinelas que utilizaría Putin años después: proteger la seguridad de la antigua URSS y a las minorías que sufrían en los territorios polacos. La banda sonora de las dictaduras se impone, como en noviembre de 1939, cuando los soviéticos atacaron Finlandia, argumentando que necesitaban asegurar Leningrado (San Petersburgo) ante una posible agresión occidental, del mismo modo que haría con los países bálticos. Y es que los discursos de los líderes totalitarios, armados hasta los dientes, no obedecen a más lógica que a la de la fuerza.
Historia, esa aburrida Historia que despierta el tedio en la ESO y Bachillerato, como si el pasado fuese un folletín aburrido. Esa historia miope y desconocida para muchos jóvenes que crecieron con el «no a la guerra» regresa como lo ha hecho siempre, vestida con otros nombres, pero siempre previsible. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, gran parte de nuestro continente ha vivido esa Pax Romana que para muchos fue como el bálsamo de Fierabrás, aquel ungüento medieval y milagroso que espantaba todos los males. Nos creímos invencibles, eternamente happy flowers, hasta que hace tres años Vladimir Putin rompió el fair play europeo y, después de asegurar que no invadiría Ucrania con el mismo cinismo de cualquier déspota, lo hizo. Y aquel fue nuestro tímido despertar, la unión del mundo occidental para condenar a Rusia y vetarla del planeta de la civilización. Tres años de apoyo a los invadidos, tres años de solidaridad con una frontera que fue Ucrania, pero que mañana será Finlandia, Estonia, Lituania, Letonia y lo que le apetezca al nuevo bravucón de la historia. Defender a Ucrania es defender los buenos principios, apuntalar los lindes de Europa y, por ello, a Finlandia, en un abrir y cerrar de ojos, se le acabaron las dudas para entrar en la OTAN.
Sin embargo, el mundo ha cambiado. En pocos días algunos cándidos comprendimos que Donald Trump es más que un excéntrico sin escrúpulos, sino que es peligroso, muy peligroso, y que utiliza la misma retórica de Hitler, Stalin o Putin, entre otros. No me extrañaría que después de amenazar a México y Canadá también optara por enviar el Air Force One para que Nicolás Maduro se pasee por el mundo de los impunes. Y no es para tomárselo a bromas. El líder norteamericano, con ese perfil de caricatura histórica y bobalicona, está demostrando que ha llegado para cambiar el mundo e imponer sus reglas. La primera, la impunidad de su poder personal, carente de cualquier legitimidad moral al señalar a los agredidos como agresores y, al genocida Putin, como un compañero amigable de viaje con el que se puede hacer buenos negocios. La segunda, que Ucrania es un botín para repartirse entre Rusia y EE.UU. La tercera, que se acabó la OTAN y que Europa debe comenzar a despertar de su candidez y repasar los libros de historia. El desprecio a nuestro continente, la bendición a Putin y su derecho a traspasar las fronteras con la anuencia norteamericana no nos deja más opción que la realidad, el despertar del sueño imberbe de las palomas o el Imagine de John Lennon. Europa debe unirse y armarse. Europa debe promover una importante inversión en seguridad, sin precedentes. No es momento para debates de minorías. No hay mejores armas que aquellas que no se utilizan, pero intimidan. Es el único lenguaje que comprenden los matones, los que solo respetan la fuerza, la que nadie quiere utilizar, como tampoco deseamos tener que recurrir a la policía o la Guardia Civil, aunque sabemos que siempre estarán ahí, para que los de siempre no puedan repetir la historia. Esa que siempre se repite, aunque algunos entierren la cabeza para no ver, como un temeroso avestruz.
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