Opinión | La ventana

Recuerdos removiéndose

Archivo - Fachada de la Bolsa de Nueva York en Wall Street.

Archivo - Fachada de la Bolsa de Nueva York en Wall Street. / EUROPA PRESS - Archivo

Corría agosto del 89 cuando íbamos a cruzar el charco para dejarnos caer sobre Nueva York. En lugar de preparar el salto empapándome las sugerencias más apetecibles a nuestro alcance me dio por meterme La hoguera de las vanidades entre pecho y espalda, de modo que me iba a la cama como una moto desde el momento en que ese «dueño del universo» llamado Sherman McCoy erró en la salida, se introdujo de noche por el Bronx atropellando a dos chavales negros entre él y su mujer y dándose el piro. Para completar el ambientazo, a la compañía aérea no se le ocurre nada mejor que poner Arde Mississippi donde el cinismo con el que se empleaba el agente Anderson daba casi tanto pavor como la plebe a la que había ido a desentrañar. Más tarde supe que el director descubrió que Gene Hackman creció en un rincón supremacista conectado con el Ku Klux Klan, lo que le marcó tela y quería que con un perfil nada liberal sacara todo lo que llevaba dentro. Muy profesional, pero qué vuelo me dio.

La aparición de su cadáver, del de la pareja y del de uno de los tres pastores alemanes en oscuras circunstancias ha removido recuerdos de un actor cuya buena parte de papeles nunca dejó de inquietarme. Nada más alcanzar en aquel viaje Times Square, el informativo abría con cinco asesinatos en el metro, uno en la estación que teníamos al lado y, justo el día que íbamos cargados de compras, lo cogimos en dirección contraria, fuimos a parar a un descampado amenazador, se me vino el agente de cuidado a la cabeza y el caso es que una patrulla nos sacó del apuro. Desde entonces siempre ha estado ahí. Y aunque llevaba tiempo apartado del mundanal ruido, la sobrecogedora aparición postrera apunta a que se tirará y mucho de su hilo entre los asistentes a los Óscar. Como historia de misterio es Poder absoluto, un thriller que pone los pelos de punta en el que, a las órdenes del gran Clint, Hackman se mete en la piel de un turbio presidente de Estados Unidos. Pero, bueno. Al lado del que deja al irse, un bendito.

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