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Mazón está muerto, pero no lo sabe

"Alguien tiene que asumir la responsabilidad y el primero eres tú, el ‘president’, y no estabas donde podías estar"

Carlos Mazón en el Palau de la Generalitat, la semana pasada.

Carlos Mazón en el Palau de la Generalitat, la semana pasada. / E.P.

Está muerto, pero no lo sabe. Me refiero políticamente, claro. Carlos es un president zombi. Se podría decir que todos lo saben menos él. Como cuando no se atreven a darnos una mala noticia y por el ambiente descubrimos que somos los únicos que no lo sabemos. Pero no es lo mismo. No es lo mismo porque Carlos no quiere saber. A veces nos cuesta aceptar las cosas, sobre todo cuando las sentimos injustas y nos planteamos ese «¿cómo me puede estar pasando esto a mí?» Pero te está pasando, Carlos. Te está pasando y parece que estoy viendo a Bruce Willis en El sexto sentido, escuchando a aquel niño en la cama y diciéndole: «A veces veo muertos».

Es que todo esto va en el sueldo. Es el precio que tiene las responsabilidades. El poder atrae como la miel a los osos. Prestigio, contactos, dinero y un sinfín de bondades que se van por el sumidero cuando toca rendir cuentas. Es la letra pequeña del poder. Como decía Spiderman, «un gran poder exige una gran responsabilidad». Va en el sueldo, Carlos. Has tenido mala suerte, ya lo publiqué meses atrás. Mala suerte, torpeza y después le has echado de tu parte, como ahora, que no sabes que estás muerto y sigues hundiendo al PP… Y a ti mismo. Y digo que has hecho méritos porque de llegar al Centro de Coordinación de Emergencias después de comer, a alargarte un poco y llegar algo más tarde, para luego decir que llegaste a las siete y ahora se sepa que fue a las ocho y media cuando ya estaba todo el pescado vendido, pues es un papelón, Carlos. ¡Un papelón! Que no hay registro de llamadas y luego sí las hay, que comí con una amiga de buen ver en un reservado; que estabas, pero no estabas, y todavía no sabemos dónde estabas… Que ese día la cagaste, Carlos. En Madrid no comprenden que en Valencia no llovía y por eso ibas sin paraguas y no te enteraste. Pero aquel 29 de octubre tocaba ganarse el sueldo y aparentar, ser políticamente correcto, y estar donde había que estar, porque quien más y quien menos esa tarde tenía WhatsApp y sabía que en el interior estaba cayendo la del pulpo. Tú no tenías que saber. Sabían otros, y esos se callan. Pero tú debías estar. Por razones políticas y de responsabilidad. Y no estabas.

Alguien tiene que asumir la responsabilidad y el primero eres tú. ¿Por qué? Porque eres el president y no estabas donde podías estar, y porque las mentiras tienen aquello de que, mintiendo una vez, ya es muy difícil dudar de que no has mentido otras muchas. El problema es que se lo estás dejando en bandeja a la oposición. Ellos no te quieren. Ni siquiera les importa la verdad tozuda y evidente de que en aquel Cecopi nadie sabía nada del Barranco del Poyo. La verdad tozuda y evidente de que la Conferencia Hidrográfica del Júcar, al menos, no fue clara en transmitir la emergencia de la situación y que, unos por otros, la casa sin barrer, y aquella tarde, aquel Cecopi sería un reino de Taifas e iban como pollo sin cabeza sin enterarse de que venía un tsunami de agua mientras tú, Carlos, todavía no sabemos dónde estabas. Ese es tu problema. De eso te culpa la ciudadanía, y no los que te odian. Incluso los que te quieren bien, pero ya no saben cómo decirte que ya no gobiernas, que eres un zombi en la Generalitat.

Tendrán que caer las responsabilidades técnicas y más de uno estará callado y diciendo yo no fui, pero la tuya es la primera, y viene en el sueldo, Carlos. Y cada día que pasa se alarga tu agonía, y es como remar contra corriente por aquel Barranco del Poyo, imposible, una lucha titánica que te va a dejar exhausto mientras te despellejan vivo porque no asumes, no comprendes que el primero en caer debes ser tú, porque te toca.

Hoy todavía tienes quien te dé una palmadita en la espalda, pero de empeñarte en el orgullo y la ceguera, caerás solo y humillado. Y dolerá todo mucho más. A ti, a la Comunidad Valenciana y a todos lo que te han votado que sienten, quizás como tú, que no se merecen nada de todo esto.

Es triste, pero es así Carlos. Los mismos que piden tu dimisión miran para otro lado cuando el presidente Sánchez miente, permite la corrupción a su alrededor, regala amnistías e hipoteca el país para contentar el capricho de 7 votos. Aquí ellos no pedirán nada, y es lo que te jode. Lo entiendo. Para unos tanto y para otros tan poco. Ya, es así. Injusto, Carlos. A cada santo le toca su vela, y a otros ya les tocará, pero a ti, Carlos, a ti, ya te ha tocado.

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