Opinión

Vicepresidenta primera y responsable de Igualdad de la Diputación de Valencia

No hay ciencia sin igualdad

Últimos premiados en los Jaume I.

Últimos premiados en los Jaume I. / Miguel Angel Montesinos

Los premios son un reconocimiento, pero en ocasiones pueden serlo de una carencia. Incluso de una injusticia. Los Premis Jaume I suponen un orgullo para nuestra autonomía y un ejemplo de cómo se debe reconocer a quienes dedican su vida profesional al avance académico, científico y social del País Valenciano. Pero no hay ejemplo si no se cimenta en la igualdad entre mujeres y hombres. La ciencia y la academia están reñidas con la desigualdad y el menosprecio a la mujer, ¿verdad que sí, miembros del jurado?

Las personas que dirigen los Premis Jaume I deberían conocer el ordenamiento jurídico español y la ley orgánica que obliga a una representación paritaria y una presencia equilibrada de mujeres y hombres. Las cuotas no son un invento o un capricho ocioso de los grupos feministas, sino que están recogidas en la Ley de Paridad, que responde a la transposición de una directiva europea. Por eso reclamamos que los Premis Jaume I cumplan la ley, más teniendo en cuenta que los fondos que gestiona la fundación que los organiza (y establece las bases) provienen de las arcas públicas. Pensamos que unos galardones de esta naturaleza deben contar con un jurado y un fallo de premios paritario. Porque las cuotas no restan mérito a las premiadas o premiados. Al contrario.

El machismo sigue manchando las acciones de ciertas élites intelectuales, que continúan presuponiendo la valía de los hombres y cuestionando la de las mujeres por el hecho de ser mujeres. Su mala educación les impide ver que la paridad es lo que permite la igualdad de oportunidades en las carreras profesionales y es el medio para conseguir que las mujeres sean reconocidas, valoradas y premiadas. No queremos un poco, queremos la mitad de todo. Queremos lo que merecemos y lo que llevamos siglos ganándonos.

Si las mujeres no somos reconocidas en premios así no es porque no tengamos valía para ello, sino porque la valía del hombre se considera superior. Tenemos claro que la igualdad se consigue luchando por los derechos de las mujeres, no dejando que pase el tiempo, y por tanto no estamos dispuestas a permitir conductas como las del jurado. En los 36 años de Jaume I, que son los premios mejor dotados a la ciencia y el emprendimiento en España al estar acompañada cada una de sus medallas por una bolsa de 100.000 euros, apenas han recaído en mujeres uno de cada 7 de los galardones que ha repartido el jurado, 26 de un total de 183. Lo singular de la edición 2024 es que es la primera de los últimos 8 años en que no hay ninguna premiada. Los cambios sociales no se producen por ciencia infusa, ni por la costumbre de los hechos.

Si no creen en la paridad, no pueden recibir subvenciones públicas porque actúan bajo una ilegalidad manifiesta, pero, sobre todo, porque no se las merecen. Hay mucha gente preparada que podría formar parte del jurado y que sí cree en la paridad. Que cuenten con ellos y ellas en los jurados y en las candidaturas.

A las mujeres nos han obligado a llegar tarde. Llevan siglos marginándonos, olvidando nuestro trabajo y relegándonos detrás de hombres con menos méritos. Y eso no lo vamos a permitir ni un segundo más. Trabajo no nos ha faltado, valía tampoco. Que los jurados trabajen un poco más y conozcan lo que hacen las mujeres.

En ciertas instancias se da por hecho que si los premios recayeran sólo en mujeres o en un número mayor al actual, los galardones disminuirían su prestigio y su reputación. Están convencidos de que los méritos científicos y empresariales pertenecen de forma natural a los hombres. Parece ser que en algunas mentes continúa influyendo el pensamiento arcaico según el cual la otra mitad de la población no tiene (tenemos) esas capacidades mentales.

Es indigno que en unos premios que se financian con dinero público se hagan afirmaciones como que está en juego su prestigio si incorporamos la paridad. Una aberración que sólo es capaz de pronunciar un hombre desde su posición privilegiada. Un privilegio que, además, no es capaz de observar ¿Cómo se evalúan los méritos de los hombres y los de las mujeres? ¿Seguro que desde la paridad y la justicia? La calidad de un sistema democrático se mide por el nivel de igualdad alcanzado, no por los premios concedidos bajo el prisma de la desigualdad. La ciencia se basa en el ensayo-error. Pueden errar pero si erran, aprendan. No vamos a permitir que sigan ocultando el machismo en sus errores no reconocidos.

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