Opinión | 8M
¿Se puede elegir ser esclava en Europa?

La portada del libro de Mimunt Hamido Yahia 'No nos taparán: Islam, velo y patriarcado'. / L-EMV
¿Es legítimo elegir ser esclava en Europa? Vuelvo a plantearme esta pregunta ante la manifestación de un centenar de estudiantes de varios institutos públicos en Parla (Madrid). Lo más significativo es que, desde un sindicato de estudiantes que se identifica de izquierdas, reclamaban hace una semana «el uso libre del hiyab en las aulas», del pañuelo musulmán.
La palabra «hiyab» se refiere a la segregación que preserva la pureza. Este símbolo religioso se plantea como una «protección de las mujeres contra la agresividad sexual de los hombres, para mantener intactos el orden social y la moral», pero pone la carga de la moral social sobre el cuerpo de la mujer y su vestimenta. Lo que esconde el velo nos los cuenta Mimunt Hamido Yahia en su libro No nos taparán: Islam, velo y patriarcado, donde explica que es un símbolo sexista y misógino para controlar socialmente a la mujer.
Planteo esta cuestión ante la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, hoy deslavazado porque en la mayoría de las convocatorias ya no aparece la palabra «trabajadora» y, en otras, ni siquiera la palabra «mujer». Ese día nació para recordar la muerte de 123 trabajadoras durante el incendio provocado de una fábrica de camisas en Nueva York. Era 1911 y estaban en huelga para pedir igual salario que los hombres.
Hoy, esa igualdad sigue en entredicho para algunas mujeres en Europa y para todas en contextos islámicos. Es como si las mujeres musulmanas que viven, nacen, estudian y trabajan en nuestro país no tuvieran los mismos derechos que el resto de ciudadanas europeas. Y, desde algunos foros, defienden que no se les aplique el artículo 14 de la Constitución Española o las normas de la Unión Europea, que, desde el Tratado de Maastricht, establecen específicamente la igualdad entre hombres y mujeres.
Y planteo estas reflexiones desde la voluntad de justicia universal que rige en Fundación por la Justicia, en la que no olvidamos ni a los niños de la Escoleta Matinal, en Nazaret, ni a las mujeres que huyen de Afganistán y que acaban de aterrizar en Madrid, con sus ansias de libertad como único equipaje. Una de ellas, la periodista Khadija Amin, nos ha recordado estos días de nuevo en Valencia la prisión de la que huyó en 2021, al llegar al poder el actual Gobierno talibán.
Y una de estas prisiones, la principal por ser la más visible, fue el hiyab. Porque fue lo primero que le impusieron con el nuevo régimen islámico y lo primero que se quitó al pisar suelo europeo, como signo de libertad. «El hiyab es algo que las mujeres llevan no por su voluntad, sino porque desde que nacen, desde muy pequeñas, les enseñan que hay que llevarlo, sin saber lo que significa. Aquí son libres de llevarlo, pero poco a poco aprenden que ‘no vamos a llevar esto…’». Aquí pueden elegir.
Hoy, después de tres años y medio de gobierno talibán, al Decreto que obligaba a llevar el hiyab le sigue la imposición del burka. Hoy, las mujeres afganas no pueden salir a la calle solas, estudiar, trabajar, viajar o utilizar ordenadores y móviles. No pueden ni hablar. Los últimos decretos ordenan tapiar las ventanas. Su prisión es total. Ayer llegaron a Madrid otras dos mujeres afganas buscando la igualdad…
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