Opinión
La emoción del machismo

Una manifestación de Día Internacional de las Mujeres, a principios del siglo XX en Nueva York. / L-EMV
El feminismo cumple la doble condición de ser un movimiento social y una teoría política. Y desde que se iniciaran las primeras reivindicaciones emancipatorias a partir de la Revolución Francesa, todavía en la actualidad se dan espacios de subordinación real. En el imprescindible ensayo para entender la génesis de los movimientos sociales y su influencia en la política, El poder en movimiento, Sidney Tarrow explica cómo los medios de comunicación contribuyeron a su configuración. Por ejemplo, el papel de la radio en la retransmisión de los sucesos de Mayo del 68 ayudó a extender el movimiento; o durante la Guerra Fría, la difusión de la información en los países de Europa del Este desde que los disidentes aprendieron a pasar comunicados de prensa a las fuentes informativas. “Los medios de información proporcionan una prolija fuente para la formación del consenso que los movimientos no pueden conseguir fácilmente por cuenta propia”, dice Tarrow. Hoy, la holgura del influjo de los medios de comunicación en la opinión pública se acorta por la influencia de las redes sociales; convertidas estas, a su vez, en un canal viciado por la utilización mezquina que el universo político reaccionario hace de ellas. Cuál es su impacto hacia una modelación de la forma de ver, pensar y actuar machista -que se percibe en aumento, especialmente, entre la gente joven- es la pregunta y el reto al mismo tiempo. Sabemos que las emociones ganan espacio en este contexto, filtrándose sobre el mantra de la elección racional: la paradoja del neoliberalismo hoy. En La agonía del Eros, Byung-Chul Han, habla de ello, de cómo el exceso de información va anulando la capacidad crítica y el amor se convierte en un elemento más de consumo. “El cuerpo, con su valor de exposición, equivale a una mercancía. El otro es sexualizado como objeto excitante. No se puede amar al otro despojado de su alteridad, solo se puede consumir”, dice Han. Entre el dogma neoliberal y las redes sociales se configura un contexto cuyo resultado es el auge de cierto narcisismo social que refuerza al machismo. Únicamente hay que preguntarse cuál sería el género “objeto de consumo”. Solo desde la razón política se puede contener la emoción machista.
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