Opinión | Tribuna abierta
Un completo desconocido
Como una piedra rodante, sin raíces, sin dirección a casa, como un completo desconocido, nos aparece Bob Dylan, en el film de James Mangold, ‘A complete unknown’. Es el camino (Kerouac) que no conduce a casa, lo que recuerda un párrafo de, ‘Like a rolling stone’, y el título del documental ‘No direction home’, que Martin Scorsese le dedicó. Su labor precursora alcanza a toda una generación, que creció con los sueños de Dylan.
Con Dylan, fuimos buscando todo lo que realmente queríamos ser, ‘All I really want to do’ -sin escuchar la advertencia de Gil de Biedma, «que la vida iba a en serio uno lo empieza a comprender más tarde»- tropezando como cantos rodados, mientras los tiempos iban cambiando, ‘The times they are changin’. Dylan nos mostró que las aguas iban en aumento, los ganadores estaban perdiendo, no cabía bloquear la entrada a lo nuevo, pues los cambios acabarían llegando.
Corrían los años sesenta, los jóvenes españoles, nacidos en la postguerra, apenas llegábamos a los veinte, cuando en California el movimiento ‘hippie’ movilizaba las universidades y en Europa la obra de Marcuse, “El hombre unidimensional”, 1964, se hacía sentir en el mayo del 68 y en la Primavera de Praga. En España, esperando el final de la dictadura llegaba el color, se recuperaba la alegría y, con ella, la contestación social al orden establecido.
Los jóvenes en todo el mundo se enfrentan al pensamiento único, y dos de ellos, de nombre artístico, Baez y Dylan, se encuentran en Greenwich Village, Nueva York. Fue el encuentro entre el folk y el rock. Joan, ya conocida cantautora, descubre a Bob y queda admirada del potencial del joven de Minnesota, y de su pasión por el cambio social. Lo va introduciendo en los ambientes musicales y, al poco, una romántica historia sucede entre ambos. Juntos interpretan en Newport ‘Blowin’ in the wind’, buscando las respuestas en el viento.
Baez, comienza a incorporar éxitos de Dylan, y, en su álbum, ‘Farewell Angelina’, en 1965, lo hace con cuatro temas por él compuestos. La relación sentimental, reflejada en la preciosa versión de ‘Diamonds and Rust’ (Diamantes y oxido), termina, sin aparentes heridas residuales, y, tiempo después, mientras Joan Baez profundiza en su relación con el folk, Bob Dylan camina hacia otros estilos musicales.
Leonard Cohen, en la presentación de su último ‘You want it darker’ afirmaba que la concesión del Nobel a Dylan «es como ponerle una medalla al Everest por ser la montaña más alta», lo que recuerda su poema incluido en el libro ‘La caja de especias de la tierra’, «There are some men», «existen hombres que debieran tener montañas para eternizar sus nombres en el tiempo». Parece ser que en una ocasión Dylan dijo que de no ser Bob Dylan le gustaría parecerse a Leonard Cohen. Solo cabe escuchar en ‘Popular Problems’, de Cohen, ‘You got me singing’, me tienes cantando, para entenderlo.
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