Opinión | Viento albornés
Trump es un cobarde

Donald Trump en la Casa Blanca. / E.P.
Donald Trump, el re presidente de EEUU, es un gallina, un auténtico cobarde de la pradera como decía el gran Chiquito de la Calzada, y ello obedece a diferentes razones o sinrazones, entre las que se sitúa en primer lugar por su baile gallináceo la retirada e abandono del papel de su país como potencia hegemónica mundial, encabezando la mayoría de la ONU, con sede en New York, y liderando la OTAN como organización militar principal. La segunda cobardía, entre otras, léase el sexismo o el racismo sintomáticos, se encuentra en su modo de relación “diplomática” con el resto de naciones, basada en el puro matonismo con los más débiles, empezando por vecinos y aliados democráticos, y de lame-traserillos con las potencias autoritarias, promoviendo abiertamente en la UE a los partidos de ultraderecha vetados en casi todos sus veintisiete gobiernos.
Normalmente los cobardicas recurren a la mentira como herramienta y en ello el presidente estadounidense más que ave parece un paquidermo con trompa de oso hormiguero y orejas antibala; el presidente de Francia, Macron, se atrevió a tomarle el brazo y contradecir las falsedades que decía sobre la financiación de la guerra en Ucrania, pero él sigue repitiendo la misma mentira día tras día desde su cerebro oval, pues, suponemos que por mella de la edad, piensa que su poder le permite cambiar los derechos y hasta las fronteras de diversos continentes conforme a su capricho, cual si ganar ajustadamente unas elecciones en su país le habilitase para cambiar el orden internacional y el libre comercio establecidos, armado con su firma de Rompetechos (Ibáñez) del tebeo.
Son tiempos de aprendizaje y en tierras valencianas hemos sabido definir un tren de danas, es decir, distintas explosiones de lluvia sobre la misma zona que forman una barrancada homicida, donde estamos verificando cómo los gobiernos de PP-Vox son óptimos para dirigir, no como Pedro Sánchez en Madrid, amén de contar con gente seria y no con una mafia aferrada al sillón público. Ahora el trumpismo nos muestra su estrategia política planificada: un tren de mentiras, que consiste en soltar al albero tal cantidad de trolas que los medios de comunicación serios -los que quedan- no dan abasto para desmentir. Así fue el caso del primer discurso ante las cámaras de su segundo mandato, donde la oposición del partido Demócrata cifró en veintiséis las falacias sangrantes que introdujo en su relato.
Lo peor de esta cotidiana atracción de feria es que la noria se ha tornado también oval y parece el tren de la bruja donde la ciudadanía europea se siente aterrada ante unos oligarcas trajeados que nos hablan de la tercera Guerra Mundial; el abuelito Trump y sus niñatos tecnológicos son tan cobardes como temerarios y ello no rebaja un ápice su peligrosidad, pues tienen botones rojos para destruir la tierra y controlan las autopistas digitales por donde circulan los gobiernos, la economía y los medios de comunicación. Tampoco conviene confiar en la alarma que ha saltado en la UE y naciones afines, pues ya gritó con la pandemia del virus corona y un lustro después sabemos con certeza que no aprendimos nada. Con la puntilla de un Núñez Feijóo amazonado, que ha pasado de comer pulpo en Galicia a ser pulpo en el garaje nacional e internacional.
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