Opinión | Bolos
El caos de la mascletà y el insoportable tufo a fritanga
El colapso en los alrededores de la plaza del Ayuntamiento y la vorágine de la ciudad en Fallas necesita una urgente revisión

El acceso a la plaza del Ayuntamiento colapsado en la mascletá del 15 de marzo. / Ana De los Ángeles Martí
Las Fallas se nos fueron de las manos hace tiempo. El primer aviso lo dieron los propios falleros, pero la imposibilidad racional de ordenar el carnaval festivo hace que las autoridades municipales pongan el freno de mano. El pánico escénico vivido en la mascletà del sábado es el penúltimo episodio, confirmando que las celebraciones josefinas son un holgorio de avalancha donde a diferencia de otros sitios donde se acota el recinto, toda la ciudad se sume en un caos y su epicentro, Ciutat Vella, en un infierno con hedor a fritanga. Ante el efecto llamada de las quedadas digitales, el transporte de low cost, los apartamentos turísticos y la compañía buscada de amigos y seres queridos solo queda la intervención municipal para regular el gran atasco. No se arregla solo con el anunciado congreso fallero, una cita aplazada donde los protagonistas deben hablar mucho de lo suyo para actualizarse, pues le corresponde al Ayuntamiento, a sus convocatorias, buscar cierta normalidad, empezando por la mascletà. Los que recordamos como todos los castillos artificiales tanto del ciclo fallero, como de la Fira de Juliol, se tiraban en la plaza, sabemos que hubo críticas cuando se trasladaron al Parc del Túria. Pero cuando se comprobó que la pirotecnia, sobre todo la Nit del Foc, ganaba en belleza y comodidad para el público en las dos riberas del viejo cauce nadie osó en abrir la boca. Desde entonces el único castillo que se dispara en plaza es el de la Cremà. En la cuadrilla tengo puristas de mascletà que no solo teorizan sobre el ritmo sinfónico de los petardos, sino que nombran al recinto «la catedral de la pólvora», seguramente con juicio, pero igual que en Mestalla no puede entrar todo el mundo en un día de partido, algo tendrá que pensar el concejal de Fiesta y anunciar la alcaldesa, para evitar agobios y posibles conatos de estampidas. La corporación ya decidió construir un Nou Mestalla y ahora solo protestan los románticos. Al fútbol, como en la fiesta, le queda poco de idiosincrasia, aunque por lo menos tiene bien definidos los protocolos de seguridad.
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