Opinión | Punto y aparte
Mazón se la juega al Partido Popular
Leo el nuevo acuerdo con la ultraderecha, negando el cambio climático, y pienso en los alcaldes y ediles populares que, con barro hasta las cejas, iban a las casas de la dana a dar el pésame, entre insultos y lágrimas

Carlos Mazón, en un acto reciente en València. / Biel Aliño
El pacto entre Carlos Mazón y Santiago Abascal para que el primero pueda dar unas cuantas bocanadas más de aire al frente del Palau de la Generalitat ha sorprendido a algunos pero, para ser sinceros, a otros muchos no. Desde que el 29 de octubre el ‘primero de los valencianos’, léase el presidente del autogobierno propio y el máximo responsable de los valencianos y valencianas, estuviera ausente voluntariamente de la tragedia en la que estaban inmersos sus ciudadanos y no haya dimitido en cinco meses por ello, poco podíamos esperar. Es decir, si no soltó el cargo en ese momento ni sintiendo sobre sus espaldas el peso de 228 personas fallecidas porque la alerta que debía enviar su gobierno llegó tarde, no lo iba a soltar después. Y no hay muertos, acusaciones ni partido que lo pare en su propósito.
Y cuando digo partido, lo digo con toda la intención. A nadie se le escapa que en el nuevo acuerdo Mazón- Vox hay muchos damnificados. Sin lugar a dudas, inmigrantes, menores no acompañados, valencianohablantes, mujeres, homosexuales y un largo etcétera de colectivos son quienes sufrirán de primera mano el nuevo orden ideológico imperante en el Consell. Pero también hay otros damnificados secundarios. Si no, que se lo pregunten a los integrantes del Partido Popular de la Comunitat Valenciana, esos voluntariosos dirigentes, diputados, alcaldes y alcaldesas, concejales y militantes que no solo han visto como su presidente ha buscado en demasía fuera de la formación a la hora de conformar su equipo de gobierno -a ser posible profesores de la Universidad Católica- sino que tiemblan con cada auto de la jueza de Catarroja y, ahora, ven cómo deben subyugarse a Vox para que Mazón, solo Mazón, se mantenga en su lugar.
Pienso mucho estos días en los alcaldes y concejales de la dana, esos ediles populares que quitaron barro hasta más allá de las cejas mientras muchos vecinos les insultaban a viva voz, igual que les sucedía a sus homólogos de otros partidos. Pienso en ellos, que tienen muy claro que el cambio climático existe, no como defiende su jefe, porque ellos mismos han tenido que ir a dar el pésame entre lágrimas a muchas familias de sus localidades y porque saben que los fallecidos tienen nombre, hijos y padres, y que se los llevó una barrancada inédita, fruto de unas lluvias desproporcionadas, generadas por el cambio climático y porque la alarma llegó tarde.
Pienso en esos alcaldes y concejales populares que tienen que soportar cada día a los ausentes representantes de Vox en sus ayuntamientos, unos ediles que no han presentado ni una propuesta para mejorar la calidad de vida de sus vecinos pero que no han renunciado a esa ‘paguita’ tan denostada por ellos aunque la acogen con alegría, calentita, cuando llega cada mes a su cuenta bancaria.
Habla Mazón de chiringuitos, haciendo suya de manera peligrosa la terminología del partido de extrema derecha, y pienso en los numerosos dirigentes populares que hace años desafiaron a la entonces dirección de su partido y colgaron la pancarta arcoiris en los balcones de los ayuntamientos que dirigían, votaron sí al matrimonio homosexual y crearon las unidades de Igualdad que ahora Mazón quiere eliminar en su camino hacia la autodestrucción.
Caras largas y poco movimiento
El día del pacto de los presupuestos con Vox había muchas caras largas en el PP. No es para menos. Tirar por la borda el ideario de un partido solo para que una persona esté unos meses más en el Palau de la Generalitat es complicado de digerir. Lo es en València, con un Vicent Mompó que intenta hablar alto pero no siempre lo logra y una Maria José Catalá que está más preocupada por no moverse de donde está que de otra cosa. En Alicante y Castelló la lucha, a navajazos, también va por barrios pero a nadie se le escapa que habrá vida después de Mazón, de que tiene que haberla.
El pacto con Vox le da al PP estabilidad presupuestaria. Y eso es mucho, pero no todo. El pacto con Vox no le garantiza a Mazón poder salir a la calle con normalidad y eso, a día de hoy, es lo mas extraordinario de todo. Un president blindado por su guardia pretoriana y que no puede pisar su territorio si ser increpado. ¿Cuántos meses puede durar esto? ¿Hasta que se repartan los fondos de la dana como quien se reparte el saqueo de un botin pirata? ¿Es para esto para lo que que se ha hecho el pacto? ¿Cómo y con cuanta cantidad va a facilitar Mazón que Vox ‘participe directamente con la Generalidad en el plan de distribución de recursos para la reconstrucción de la gota fría?
Un maestro del periodismo me dijo un día ‘sigue siempre la pista del dinero y no fallarás’. Que el acuerdo incluya el reparto de fondos de la zona dana no es baladí porque, a fin de cuentas, no nos equivoquemos, a Vox le gusta más el dinero que a un niño un caramelo. ¿O no?
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