Opinión | La ventana

Periodista

El hombre que nunca se fue

Una recreación libre del Quijote.

Una recreación libre del Quijote. / L-EMV

Mi padre asomó la cabecita y a su tiempo otros cuatro hermanos. Y lo hizo dentro del hervidero de una animada urbe cuyo centro andaba tomado por borricos y los designios por otros tantos, en este caso con menos patas y cabeza no digamos. La familia vivió décadas, y dando gracias, en casas que no pasaban de tener cocina, dormitorio y un eufemístico salón incluso en fechas en que las criaturas se transformaron en bigardos. Así se comprende que cuando a los catorce años, nada más dejar paso la guerra a una amplia temporada de armas tomar, el crío se colocó de ordenanza en el Hispano Americano se celebrara por todo lo alto de haber podido. Pero se disfrutó igual.

El chaval fue escalando posiciones hasta convertirse en el eje del área de Cartera, inmerso en el estrés de cuadrar cuentas. Ahí, en el enclave de la cárcel en la que siempre se dijo que Cervantes empezó El Quijote pero donde no debió escribir una sola línea en medio de la jauría de plebe amontonada, pasó mi padre cuarenta y tantos años de su vida. Con una planta el mozo que para qué puso dirección al extrarradio a fin de conquistar metros cuadrados a los que habría que añadir los del 3º D porque entonces la vecindad era un grado. Hoy lo cuentas y te toman por loco.

Ni él ni ella tenían carné de conducir ni salieron al extranjero. A la playa y la pinada, a bordo de amigos y con que los tres se empaparan en clase de todo lo que a ellos se les escurrió, objetivo cumplido. En el timbre el Ocaso ponía la nota fúnebre y el Círculo de Lectores abría compuertas, junto a la colección de Salvat, tras el periódico que llegaba primero. Con los de la nevera y el tocata, ya estaban los alimentos servidos. Para que no faltasen mi padre se dio al pluriempleo empuñando dos paquetes diarios de Cheste sin boquilla. Eso condujo a que su semblante adusto con fondo guasón se consumiera antes de tiempo perdiéndose el resopón listo para ser saboreado. Me he tomado la licencia de rendirle tributo ante ustedes en el centenario de su nacimiento. Qué menos.

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