Opinión | En el barro

Los presupuestos de Vox

Presentación de los presupuestos de la Generalitat.

Presentación de los presupuestos de la Generalitat. / Germán Caballero

Por si podía quedar alguna duda de quién lleva la voz cantante en la nueva versión posdana del dueto PP-Vox, los radicales se adelantaron a la consellera de Hacienda a la hora de interpretar los presupuestos. No había empezado ella a presentar las cuentas y el portavoz ultra ya había ‘cantado’ sus conclusiones con el tono de felicidad confesable de quien se sabe dueño y señor de la legislatura. A partir de esa intervención, la comparecencia de Ruth Merino ya estaba determinada. El 80 % de las preguntas tuvieron que ver con Vox y las concesiones a esta formación. La consellera, a la que la intervención del síndic del partido ultra pilló por sorpresa, intentó transitar por el hilo del funambulista: defender la ausencia de los recortes reivindicados por los de Abascal (a la par que asumía alguno, como el de la Acadèmia de la Llengua, que atribuía a razones de ajuste a lo ejecutado) sin molestar al «socio preferente», abriendo la puerta a todos los cambios que se precisen en el trámite parlamentario. Difícil mezcla, agua y sed, como decía aquella vieja canción de Pau Donés. Sonó más a lo último, a la necesidad de agraciarse con Vox, posiblemente por la influencia de la intervención previa del dirigente voxista.

La asignación a la vicepresidencia del teniente general Gan Pampols no pudo recortarse la noche de antes, pero hasta parece hoy la penúltima victoria de Vox, que tiene una guerra declarada al «infiltrado» que se precia de buscar la colaboración con el Gobierno de Pedro Sánchez. Esos 14 millones, la cifra menor que uno recuerda en tiempos modernos en una conselleria, una partida que casi ni se ve en las tablas y que habrá que ver si está pensada para deslegitimar al vicepresidente, se antojan la última demostración de que estos son los presupuestos de Vox, aunque no hayan decidido las grandes líneas.

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