Opinión | En el barro

La C. Valenciana necesita decisiones ya

Los tiempos vienen averiados y conviene empezar a pensar en la responsabilidad personal en lo que el futuro depare

Mazón y Llanos en el debate de política general.

Mazón y Llanos en el debate de política general. / Miguel Angel Montesinos

Estuve hace unas semanas con el director del MuVIM. Estaba cerca de clausurar la exposición ‘Tinta contra Hitler’, que ha presentado por primera vez las caricaturas que un dibujante catalán casi desconocido, Mario Armengol, realizó para la Propaganda británica en la II Guerra Mundial. En la primera sala se contextualizaba el periodo con una foto de Hitler con sus colaboradores. La imagen se exhibía en pequeño formato. Hace veinte años se hubiera mostrado a escala humana. En 2025, han querido evitar los ‘selfis’ al lado del gran dictador. Es la banalización del mal, lo que sucede cuando la desmemoria y la pérdida de referentes convierten al horror y sus promotores en simples objetos ‘kitsch’, material fungible desprovisto de su carga de terror.

Sé que no soy original, yo mismo he escrito sobre esto, pero perdonen si insisto sobre esta normalización del mal que supone el último acuerdo del presidente valenciano con la ultraderecha. Un pacto que pasa por abrazar y proclamar algunas de las partes más radicales del ideario de Vox, como el señalamiento de los inmigrantes sin papeles, el negacionismo climático y el rechazo a todo lo que huela a defensa de una identidad territorial diferente a la vetusto-española de la parroquia de Abascal.

Disculpen, pero los tiempos vienen averiados y conviene empezar a tener presente la responsabilidad personal en lo que el futuro nos depare. Intento decir que, en política, hay que empezar a pensar en si se está colaborando con el horror cuando no nos gusta un pacto como el de Carlos Mazón, pero giramos la cabeza y lo asumimos como un mal necesario. Me refiero especialmente a cargos del PP y grupos que tienen acuerdos con Mazón y los ‘populares’.

Quiero decir que no sé si estamos en el preámbulo de un tiempo oscuro de la historia, pero la digestión del ideario radical por parte de la derecha clásica eleva el grado de toxicidad y preocupación del momento histórico. Quiero pensar que no hay repetición de los tiempos, pero hay unas corrientes reconocibles: un extremismo que se va apoderando del discurso político por la amplificación de una extraña amenaza, sin base real. Esa ausencia de sostén real es la esperanza de que no pasará nada, porque no se ve una economía rota productora de miserables y desesperados, ni unas ciudades invivibles por inseguras, ni un país que cuestiona su espíritu e identidad. Pero no deja de ser una esperanza. Solo una esperanza.

Lo que escucho estos días en dirigentes del PP es que no se es tan duro cuando Sánchez pacta con Junts. Es esa simetría de espejo ya ensayada en el pasado con Podemos. No se me pasa por la cabeza defender a Junts tras el ‘desficaci’ del ‘procés’ y representar un nacionalismo excluyente, con tentaciones xenófobas, pero la ley para distribución de menores migrantes intenta un equilibrio territorial que hoy no existe.

En todo caso, el pacto con Vox no es algo subsidiario que llueve desde otro cielo administrativo, sino que parte del corazón del autogobierno y toca la médula de la convivencia. Intento decir que los valencianos deberían tener algo que decir, no verse convertidos en meros espectadores de una partida de supervivencia política. La Comunitat Valenciana necesita decisiones ya. De Mazón, de Feijóo y de todos los que sostienen de una forma u otra esta entelequia de poder. La C. Valenciana no merece este desprestigio institucional por una gestión que la jueza va desmontando en cada auto. No se merece tampoco, seguro, un liderazgo de la oposición errático y que no transmite, pero ese demérito no es comparable, ni de lejos, a los que cargan los que tenían en sus funciones hacer frente a la emergencia el 29 de octubre.

Hasta aquí. No quiero dar más lecciones. O que lo parezca. O creerme que estoy en el lado bueno de la historia y mirar con displicencia desde una ventana tranquila.

Cojo a los perros y me voy a la calle. Sigue esta lluvia machacona que recuerda que todo está cambiando. En el parque una pareja joven juega con su bebé, que hace poco dio sus primeros pasos. Cada tres o cuatro cae a peso. Va cubierto con un mono hasta la cabeza y lleva unas botas de agua que sacan una sonrisa de tan diminutas. Le hablan en una lengua extraña. Ruso, ucraniano, algún idioma eslavo. No sé. Extranjeros. Inmigrantes. Como tantos en la historia. Buscándose la vida. Lo que todos hemos hecho. Buscarse la vida. El niño se gusta en los charcos y chapotea. Los padres sonríen. Y yo no me quito la sonrisa. La vida en su mejor expresión, sencilla, inocente y sin saber nada de estrategias y poder.

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