Opinión | 22M. Día Mundial del Agua

Profesor de la Universitat Politècnica de València, presidente de PEFC-Internacional

El agua, reto y oportunidad para avanzar en la calidad de vida y resilencia en el medio urbano

Haber eliminado de la faz urbana la red de acequias nos impide disponer de un mecanismo de evacuación de aguas pluviales clave

También debemos de replantearnos como diseñamos las calles

Acequia y huerta de Vera.

Acequia y huerta de Vera. / Germán Caballero

La celebración del primer Día Mundial del Agua el 22 de marzo tras las graves inundaciones que hemos padecido en la Comunitat Valenciana constituye una oportunidad de oro para replantear la gestión de la precipitación y flujos de avenidas en el medio urbano. El agua es un recurso básico e imprescindible para la vida, pero en exceso puede devenir un potente elemento destructor. Por ello debemos saber construir un marco equilibrado que potencie sus ventajas y minimice sus inconvenientes a la vez de buscar oportunidades para resolver otros retos sociales.

En las ciudades hemos pretendido alcanzar el riesgo 0 que no existe. En la ciudad de Valencia la dana de octubre no causó daños por ser suficiente la protección del cauce nuevo del Turia y ser marginal la precipitación recibida sobre el Cap i Casal, Mislata y l’Horta de Benimàmet que conforman una pequeña cuenca hidrográfica cuya lluvia acaba en el sistema de alcantarillado. Pero nadie nos puede asegurar que una precipitación de más de 200 litros/m2 en menos de 24 horas como la que hemos visto en muchas localidades próximas no llegue a colapsar el alcantarillado generando considerables daños.

Por otro lado, y salvo los parques y jardines de más extensión, no hemos aprovechado el verde urbano como elemento hidrológico ni tampoco la huerta circundante como destino de los excedentes de lluvias. El hecho que aún no hayamos separado las aguas negras y las pluviales nos lo complica todavía más. Hemos reverdecido mucho muchas calles, pero aún solo un porcentaje mínimo queda sin sellar y con capacidad de absorber el agua de lluvia. Y al asfaltar o cementar más del 99% de las calles, cada nueva instalación requiere romper ese costoso pavimento con mucho coste y molestias a los vecinos una y otra vez mientras los árboles que plantamos crecen mal por alcorques ridículos, ubicación inadecuada o, el súmmum, los plantamos sobre enormes macetas que molestan el tránsito y donde acaban secándose. Todo ello síntomas de un enfoque sectorial de la obra pública vial, segregada de la hidráulica y de la renaturalización del medio urbano que nunca puede ser entendido como un elemento meramente decorativo.

Por el contrario, urge diseñar la evacuación de la escorrentía de las grandes precipitaciones ajustando mucho las cotas y utilizando las zonas verdes como aliviadero de estas lo que además les aporta adicionales cantidades de agua y reduce riegos. Así se hizo hace casi un siglo en el arranque de la hoy Avenida de Blasco Ibáñez donde las zonas ajardinadas están por debajo de la cota del asfalto y bien que se nota en la dimensión del arbolado.

Haber eliminado de la faz urbana la red de acequias que constituyen un excepcional Patrimonio de la Humanidad protegido por la Unesco no solo es imperdonable desde un punto de vista cultural y de memoria de nuestros orígenes, sino que nos impide disponer de un mecanismo de evacuación de aguas pluviales clave, especialmente si no solo lo recuperamos sino lo ajustamos a esa función.

Las acequias recuperadas y las zonas de recogida de pluviales deberían estar conectadas y disponer de un flujo de agua constante, aunque sea depurada incluido el completo recorrido del Turia antiguo como ya existe en un tramo, diseñado con la elasticidad para recoger mucha más agua cuando fuera necesario. Para luchar contra la dureza del verano urbano, además del arbolado, el ruido del agua que fluye es sin duda relajante como cualquier visita a la Alhambra nos recuerda.

Aunque el cauce viejo del Turia haya perdido su finalidad hidrológica, no se puede renunciar a utilizarlo como aliviadero en caso de grandes precipitaciones tanto en l’Horta de Benimàmet, como en la propia ciudad siendo los daños potenciales mucho menores a extensos daños en toda la ciudad, sobre todo en las zonas más bajas próximas al mar.

Utilizar l’Horta circundante como aliviadero requiere de 2 premisas básicas: a) compensar el conjunto de daños producidos de forma automática, ágil y ecuánime y b) evitar bajo todos los medios que lleguen aguas negras y se limite a las pluviales.

Un problema que no hemos querido ver hasta el presente es el hecho que todo lo que ganamos en calidad de aguas depuradas durante el 99% de los días del año lo perdemos cuando en días de altas precipitaciones las depuradoras colapsan y envían toda el agua residual y pluvial al mar donde nos bañamos y cuyos pescados y mariscos nos alimentan. Soluciones como las indicadas pueden contribuir a reducir ese riesgo a un mínimo.

También debemos de replantearnos como diseñamos las calles. Si nos tomamos en serio el verde urbano debemos comprenderlo como un elemento central de las calles ubicando los árboles en la zona más centrada posible de las mismas para que crezcan en condiciones, preparando el suelo necesario para ello, dejando franjas no selladas donde ubicar las instalaciones y recoger la escorrentía y escoger el arbolado acorde con la dimensión de la calle mezclando árboles de diferentes dimensiones finales y longevidad que eviten tener que substituirlos todos a la vez. En general, para los árboles de mayor porte, las especies caducifolias son preferibles al asegurarnos sol y sombra en las estaciones más indicadas. Por otro lado, en ciertos lugares los parkings subterráneos nos impiden establecer árboles, pero podemos plantar enredaderas en los laterales donde se disponga de suelo y, apoyadas mediante estructuras ligeras, cubrirlas horizontalmente.

La integración de los aspectos hidrológicos, de verde urbano, calidad de vida y movilidad sostenible en nuestras ciudades es posible y deseable y requiere de la integración de todos estos elementos superando inercias muy habituales como el asfaltado del ultimo m2 como premisa para entender un espacio como urbano. Si observamos otras urbes europeas que han avanzado mucho en las últimas décadas han ido exactamente en la dirección opuesta: reducción del asfaltado y sellado del suelo y la recuperación de zonas verdes para la ciudadanía.

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