Opinión

Más Fallas pero mejor

La fiesta exige tomar medidas para lograr que sigan creciendo en equilibrio con las necesidades de la ciudad si no queremos que acaben muriendo de éxito

Falla municipal de 2025

Falla municipal de 2025 / JM López

Que las Fallas se han convertido en un motor económico para la ciudad de València, con un impacto económico de más de 900 millones de euros según el último estudio de la Universidad de València, no escapa a nadie. La devoción de los valencianos, no solo del del 'cap i casal', por la fiesta queda patente años tras año con el aumento del censo fallero. Cada vez hay más inscritos en las comisiones y éstas tienen lista de espera para poder atender a tanta demanda.

Las Fallas están más vivas que nunca y su proyección tanto nacional como internacional convierten la semana fallera, y en especial el fin de semana grande de la fiesta, en el destino elegido por miles de visitantes para disfrutar a tope, y en ocasiones sin freno y sin civismo, de los monumentos y todo lo que conllevan. 

Este interés tiene una doble vertiente. Por una parte, supone un verdadero catalizador para los negocios y un generador de riqueza, tanto de forma directa como indirecta: restaurantes y bares llenos, terrazas repletas, ocupación hotelera cercana al 100 % y una actividad económica efervescente.

Las cifras del último estudio publicado por la UV no dejan lugar a las dudas. Al impacto económico directo solo en la ciudad de València cabe sumarle los intangibles como locomotora económica. En total, la fiesta es responsable de la creación de cerca de 6.400 puestos de trabajo y está detrás del 0,14 % del PIB de la Comunitat Valenciana. Ninguna fiesta o celebración alcanza ni de lejos este impacto económico.

Retos

Por otro lado, el otro lado de la moneda de la fiesta entraña muchos retos por afrontar si queremos que la fiesta no muera aplastada por su propio éxito. 

Nadie puede negar la turistificación de muchos barrios, la masificación extrema en algunos actos como la mascletà, las calles abarrotadas hasta situaciones que llegan a resultar peligrosas y, sobre todo, la difícil convivencia de las fallas con los vecinos. 

Es necesario lograr el equilibrio entre quienes residen en los puntos clave de la fiesta y afrontan problemas con la movilidad diaria y su necesario descanso con el ruidos en carpas, verbenas y espectáculos pirotécnicos. 

A estos temas recurrentes se le suman nuevos desafíos, como el necesario control sobre la pirotecnia ilegal y el uso de material manipulado que pone en peligro a vecinos y también a quien lo utiliza.

Todo ello exige respuestas contundentes para lograr una armonía entre la fiesta, su crecimiento y la convivencia dentro del ecosistema de la tercera capital del país. Las Fallas son imparables y van a más pero también han de ser mejores si no queremos que mueran de éxito.

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