Opinión | In memoriam de Rafael Simón

Periodista

Un conductor de primera

Durante la travesía del puerto los arces salían al paso con las hojas espolvoreadas de nieve, pero fue una llamada para alertar sobre la muerte de Rafa Simón la que heló la vista. Y el ánimo ni les cuento.

Mi abogado de cabecera era un jurista muy particular. Dirigirse bajo su tutela al palacio de Justicia podía convertirse a la hora de sentarse en el banquillo en algo similar a subirse de acompañante a un coche de carreras sin posibilidad de pilotarlo ni de bajarse en marcha. Y él, conociendo a lo que uno se enfrenta en cada sesión, iba tan seguro de sí mismo que cualquiera pensaría que comparecía sobrado. En una ocasión sacó a Zaplana y a Terra Mítica dibujando una figura hiperbólica que nada tenía que ver con el caso en cuestión y yo miraba a su señoría y pensaba «¡Nos van a detener a los dos!». Pero nada más lejos de la realidad. Montado en esa cabalgadura, haciendo uso de una exposición cargada de arabescos y expuesta a toda velocidad con una precisión que hasta al demandante supongo que lo dejaría a punto de entregarse, en mi presencia no perdió un solo caso. Pero, eso sí, a uno se le iba la vida en cada asalto.

Una conducción temeraria a ojos del incauto defendido solo puede acabar en divorcio o en amistad. Por si acaso era preferible optar por lo segundo. Y, sobre todo, porque con ella se abría todo un abanico de posibilidades. Que ibas a Londres, te decía que no te perdieras un concierto en St. Martin in the Fields y te recomendaba un restaurante indio del que salías levitando. Además de exquisito era un ilustrado. Más mitómano que madridista, que ya es decir, sus disertaciones sobre Tristán e Isolda podían durar más que el drama compuesto por su admirado Wagner. Pero es que se sentaba de introductor de Javier Gomá y no creo que este haya contado con muchos de esa altura, porque Rafa pasaba de los clásicos de la música a las ramas filosóficas con la naturalidad de quien casa la cerveza con las gordales dejándote sin palabras. Como estamos hoy los que tanto le hemos apreciado.

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