Opinión
Esta hipócrita sociedad que nos está quedando
En el COEESCV nos hemos dedicado a comunicar, explicar y hacer pedagogía de todo lo relacionado con los diferentes ámbitos de los Servicios Sociales, tan desconocido para la ciudadanía

Trabajadores expertos en educación de menores marginados de Badajoz se concentran por la muerte violenta de una de sus compañeras. / José Luis Real / EFE
Yo no sé a ustedes, pero a mí me preocupa mucho esta estupenda sociedad de turismo, paellas y playas, pero absolutamente hipócrita y polarizada, en la que la crispación, el odio hacia las personas diferentes y la desinformación están a la orden del día, con la aquiescencia de quienes o no son conscientes de lo que les rodea, o son de los que dicen que la política les trae sin cuidado, y con el pavor de quienes vemos cómo, de una manera sutil pero constante, se atacan los Derechos Humanos que con tanto esfuerzo se consiguieron.
Desde el asesinato de Belén Cortés en un piso tutelado de Badajoz, presuntamente cometido por tres jóvenes que residían en la vivienda, hemos podido comprobar cómo, en los primeros momentos de la noticia, cuando no se sabía nada de lo ocurrido, salían los iluminados de las redes sociales a criminalizar a un determinado colectivo, aunque pronto tuvieron que envainarse sus palabras y buscar otras noticias para seguir difundiendo su odio voraz.
En el COEESCV nos hemos dedicado a comunicar, explicar y hacer pedagogía de todo lo relacionado con los diferentes ámbitos de los Servicios Sociales, tan desconocido para la ciudadanía, que en muchos casos sigue pensando en las «asistentes sociales» de otras épocas en que se trabajaba desde la caridad y no desde los derechos, y poniendo el foco en el interés superior de la infancia y reflexionando sobre la responsabilidad de la sociedad en general, pero de las instituciones en particular cuando falla el sistema.
Un periodista me preguntaba estos días sobre las dificultades que tiene el personal docente y de acción social para enfrentarse cada día con niños, niñas y adolescentes, cuando se ha perdido tanto el respeto hacia la escuela… Mi respuesta fue que las personas adultas debemos repensar el modelo parental y buscar alternativas en las que la prevención ha de ser fundamental para evitar que los chicos y chicas crezcan normalizando las violencias que asimilan desde las pantallas que tienen a su alcance desde edades demasiado tempranas y que les impide desarrollarse teniendo consciencia clara de sus actos.
Marina Marroquí, educadora social afamada por sus talleres para jóvenes, a quien escuché hace unos días en Valencia, tiene muy claro que los adolescentes acceden a contenidos brutales: pornografía, juegos violentos, misoginia, racismo y falsedades sin ningún tipo de control, con lo que esto supone para su crecimiento emocional y sus interacciones sociales.
Si todo esto no es suficiente, también tenemos pactos interesados que criminalizan a los más débiles y vulnerables y si miramos más allá, la situación internacional es terrible, con un personaje como Trump moviendo los frágiles hilos de la estabilidad, de las oportunidades, del progreso, del medio ambiente, de la educación, de la paz…
Hay mucho trabajo por delante para revertir esta situación, donde se criminaliza no solo a la infancia sino también a todas las personas en situaciones de vulnerabilidad, sin hacer una reflexión previa de los defectos de esta sociedad que estamos creando y sin valorar la responsabilidad social que tenemos todas las personas al respecto.
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