Opinión

Una reconstrucción lenta y sin consenso

La batalla del relato y las tensiones partidistas disparan la decepción a los cinco meses de la dana

Sexta manifestación contra Carlos Mazón por la gestión de la dana

Sexta manifestación contra Carlos Mazón por la gestión de la dana / Fernando Bustamante

La recuperación tras la gran riada del 29 de octubre avanza despacio cinco meses después. Mientras algunas zonas de l’Horta Sud siguen todavía esperando trabajos de desescombro, la instrucción de la jueza de Catarroja, precisa que la responsabilidad de las emergencias es del Consell y atestigua que instituciones como la Universitat, la Politècnica y la Diputación de València tomaron las medidas adecuadas con la misma información de las agencias estatales de la que disponía el gobierno valenciano. Al mismo tiempo que los testimonios de los familiares de las víctimas en sede judicial relatan el extremo sufrimiento de los fallecidos, las peticiones de ayudas de los damnificados superan el medio millón de solicitudes y cada día siguen presentándose nuevas. El tejido empresarial recobra su actividad, aunque uno de cada diez comercios afectados permanece cerrado, y más de 300 edificios siguen con el ascensor averiado.

València acogió el domingo la sexta manifestación masiva para reclamar la dimisión de Carlos Mazón, una nueva protesta que los afectados aprovecharon para reclamar más humanidad y menos estadísticas, o lo que es lo mismo, que las administraciones implicadas en la recuperación prioricen la atención sobre las personas por encima de las cifras y los relatos. Un llamamiento al que les asiste la razón, porque entre la telaraña burocrática y la recrudecida batalla entre el Consell y el Gobierno se ha ido desatendiendo la crisis emocional, personal y laboral de miles de ciudadanos, cuando deben ser el centro de la acción pública. El permanente ruido político ayuda poco a ello, y sobre esas tensiones partidistas se dispara la decepción colectiva.

Que durante estos 150 días los presidentes de la Generalitat y del Gobierno sigan sin reunirse, sin acordar un mensaje unitario de respaldo a todos los afectados y a las empresas perjudicadas es inaudito. Ese encuentro, cada más improbable, no solo ayudaría a rebajar la tensión entre las dos administraciones, sino que además agilizaría mucho los trámites pendientes. Una cita que apoyaría el discurso colaborativo de los dos responsables de la reconstrucción ­Francisco José Gan Pampols y José María Ángel-, que, pese a su indisimulada empatía mutua, parecen atascados. Por el contrario, este tiempo ha servido para acentuar las hostilidades, a la que se han prestado con vergonzante devoción dirigentes de las formaciones que sustentan los dos bloques parlamentarios. La bronca desatada en sesión de las Corts de la semana pasada, o en el Congreso de los Diputados, aleja más la petición ciudadana de consenso ante la catástrofe, a la que se han sumado los ayuntamientos afectados y los agentes sociales, con las asociaciones empresariales a la cabeza.

El que sí que ha aprovechado este tiempo para su autorecuperación ha sido el president. Mazón empezó este año cuestionado por todos, incluido el líder de su partido, y tras las primeras instrucciones de la jueza de la dana, parecía que sus días en el Palau de la Generalitat estaban contados. La indefinición de su partido, junto a la dificultad de un relevo pacífico, ha sido aprovechado por el jefe del Consell para abrazarse a Vox, su único salvavidas. Una formación, el de Abascal, que ha dejado muy claro que suministrará el oxígeno político a Mazón en función de su programa y sus intereses. Por si había alguna duda, la cúpula voxista ha salido a confirmar la hipoteca coyuntural de ese apoyo.

Enfrente, la eficiente tutela que ejerce Moncloa sobre la líder del PSPV deja nula autonomía al principal partido de la oposición para ofrecer una alternativa creíble. Tanto Pedro Sánchez, como Diana Morant han descargado todo el protagonismo en la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, que sigue recorriendo el territorio ofreciendo más ánimos que acuerdos. Compromís por su parte, ha recuperado el activismo que tanto beneficio electoral le repara, aunque ese comportamiento distante de la institucionalización agudiza el sectarismo de los de Joan Baldoví.

Ante un panorama aciago solo queda reclamar una vez más que Mazón explique qué hizo y dónde estaba la tarde del 29 de octubre, sobre todo en las horas críticas donde murieron las primeras víctimas antes del envío de mensaje de Es-Alert. Seguir ocultando un aspecto clave de la gestión de ese día ensombrece cualquier solución acordada. Esperar a que la vía judicial lo aclare solo hace ganar tiempo al partido que sustenta al president, cuando la transparencia siempre es la mejor aliada de la verdad. Una doctrina que también se debería aplicar el Gobierno de España. 

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