Opinión
Miguel y Josefina
Con el X aniversario del Museo Miguel Hernández/Josefina Manresa, inaugurado el 28 de marzo de 2015, día que coincide con la fecha de la muerte del poeta, su directora, Rosa Valiente, nos comunica la visita al museo, en ese día, con el director de la Fundación Legado Literario Miguel Hernández. Han sido diez años de incansable labor, numerosas actividades, y emotivas visitas, de quienes desde diferentes lugares, entre ellos València, nos trasladamos a Quesada, siguiendo la huella del poeta y su esposa Josefina.
Josefina Manresa en la presentación de las memorias, “Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández”, hace cuarentaicinco años en mayo de 1980, nos dijo: “Haber escrito esto para mi, que no soy de la familia de las letras, ha sido un gran trabajo. Pero como deber que me había impuesto aquí están mis recuerdos, que cedo a los aficionados de la vida y obra de Miguel, lo cual para mi es una gran satisfacción”. Gracias Josefina.
Miguel Hernández, nació en Orihuela, el 30 de octubre de 1910, mientras Josefina Manresa, lo hizo en Quesada, el 2 de enero de 1916, y más tarde llegó a Orihuela, al ser trasladado su padre, guardia civil, natural de Cox, Alicante. Con la marcha de Miguel a Madrid, y tras su distanciamiento, la relación es retomada, llegando el matrimonio de ambos, y su vida en común, en Jaén, ya en la primavera de 1937, donde escribe el poema, “Aceituneros”, actual himno oficial de la provincia jienense. Con la guerra, Josefina queda sola con su hijo, y su único contacto son las cartas que desde la cárcel remite Miguel, hasta su muerte, por tuberculosis, el 28 de marzo de 1942, mientras, Josefina fallecería en Elx, el 18 de febrero de 1987. Ambos reposan en el cementerio municipal Nuestra Señora de los Remedios de Alicante, junto a los de su hijo Manuel Miguel, fallecido en 1984.
La exposición en el Museo incluye diferentes salas, en las que se pone en valor la figura de Miguel, como icono de los valores universales del ser humano, libertad, justicia social y solidaridad. Se recorre su infancia y juventud, oficio de pastor, estudios en el colegio jesuita, marcha a Madrid, relación con poetas y amigos, Vicente Aleixandre, Pablo Neruda, José María de Cossío, y Maruja Mallo, entre otros. Allí se encuentra cuando llega la guerra civil, y asume el compromiso de alistarse voluntario en las Milicias Populares, con viaje a la Unión Soviética, donde la poesía, grabada en su voz, en ocasión única, quedaría inmortalizada, dedicándose, principalmente, a labores culturales y periodísticas. Tras la guerra, llega su muerte, sufriendo un dramático “vía crucis” carcelario, que incluye la cárcel de Rosal de la Frontera, Huelva, donde compone sus hermosos versos, “Nanas de la cebolla”, al leer una carta de Josefina.
Poesía, que, en la diversidad de sus propuestas, invita siempre al encuentro, por su recorrido vital, comprometido con los firmes valores de la condición humana. Luis García Montero, advierte en las primeras palabras de su prólogo a una, “Brevísima antología poética”, de Miguel Hernández, “Toda escritura poética es biográfica porque la materia de la poesía es la vida”. Qué mejor manera que contemplar de esta manera la inmensidad de la obra de Miguel.
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