Opinión | MIEL, LIMÓN & VINAGRE
Sarah Jessica Parker, el sexo a los 60
La protagonista de ‘Sexo en Nueva York’ cumple 60 años convertida en icono de la moda y felizmente atrapada por el personaje que le dio fama mundial

Sarah Jessica Parker. / Redacción
Hay personajes capaces de provocar dos estados emocionales antagónicos, el de creer que aún gozamos del privilegio de la juventud y el que nos pone frente a la realidad del espejo. Sarah Jessica Parker, o por concretar, Carrie Bradshaw, su icónico personaje de Sexo en Nueva York, es uno de ellos. La actriz de Ohio acaba de cumplir 60. Es probable que los mismos que esté a punto de celebrar usted. Tenía 33 cuando comenzó la serie y 39 cuando la acabó. Quizá los mismos que usted entonces.
La Generación X, a la que pertenece Parker, atesora la estéril circunstancia de pensar en cuánto queda para la jubilación al tiempo que rememora eso que llaman 'la flor de la vida', con las andanzas sexuales o la ausencia de éstas, la etapa en que nadie piensa en el dinero que le quedará de pensión ni falta que hace. Para los coetáneos de Parker, enchufarse a HBO (ahora Max) y volver a ver la franquicia no es más que eso, echar la vista atrás y verse a uno mismo hace 27 años. O lo que habría querido hacer. O lo que idealiza que hizo. Cada cual se engaña como puede o como quiere. Continúa siendo una de las producciones de más éxito de la plataforma.
No se aceptan sucedáneos. Ni Emily in Paris, ni Younger ni The Bold Type. Sarah Jessica Parker, icono de la moda, el estilo y el glamour, siempre será Carrie Bradshaw, sosias en el que se encuentra felizmente atrapada como modelo de feminismo chic de la alta costura.
Las frases de Carrie conforman un abanico de independencia vestida de Dior, poco o nada creíbles, pero la ficción nació para posicionarnos en contextos inalcanzables con que combatir nuestra llana vulgaridad. "La relación más excitante, significativa y desafiante de todas es la que mantienes contigo misma"; "Si encuentras a alguien que te ame como te amas es realmente fabuloso"; "No te olvides de enamorarte de ti primero"; "Sin importar cuánto duela a veces, es mejor estar sola que fingir".
Al margen de la imposibilidad de pagarse un apartamento en Manhattan con lo que le reporta su columna en un periódico, el personaje creado por Candace Bushnell evidencia la compatibilidad de ser aceptablemente feminista subida en unos Manolo Blahnick.
El cine y la televisión transitan por vericuetos distintos y distantes. Actores y actrices que no volvieron a alcanzar la gloria de sus personajes televisivos (Friends, The Big Bang Theory, Juego de tronos); profesionales que saltaron del éxito en las series al triunfo en la gran pantalla (Pierce Brosnan, Bruce Willis, George Clooney, Michael Douglas, Jennifer Lawrence, Cher, Sally Field, Meryl Streep); e intérpretes que ya gozaban de una sólida carrera en el cine cuando les llegó el papel de su vida en televisión y luego les costó remontar el vuelo (Christine Baranski, Kevin Spacey, Bryan Cranston).
Por distintas razones, las denuncias por agresión sexual en un caso y la muerte repentina en el otro, resulta imposible separar a Kevin Spacey o a James Gandolfini de sus personajes en House of cards o Los Soprano. O desligar a Bryan Cranston del Heisenberg de Breaking Bad. Sarah Jessica Parker forma parte de esta hornada.
La actriz llegó a la serie tras participar en más de 15 películas desde 1983 y camino de convertirse en chica Tim Burton, con quien hizo Ed Wood y Mars Attacks! Los productores la habían descartado para encarnar a Vivian en Pretty woman (luego Julia Roberts) y a Vicky Vale en Batman (luego Kim Basinger). Tras Sexo en Nueva York llegaron las dos secuelas y una tanda de películas más o menos olvidables, salvo su nominación al Globo de Oro por La joya de la familia (2005) y el éxito en taquilla de Novia por contrato (2006). El papel de su vida le proporcionó cuatro Globos de Oro y un Emmy.
Igual que Carrie, Parker es mujer de pocas relaciones: Robert Downey Jr. de 1984 a 1991 y Mathew Broderick, con quien tiene tres hijos, desde 1997. Y un Kennedy de por medio. La familia vive en el Village neoyorkino, escenario de tantos almuerzos de Carrie, Charlotte, Miranda y Samantha. Se enemistó con esta última, Kim Catrall, otro epítome de la serie, por cuestiones salariales. No han recompuesto la relación.
Compra ropa de segunda mano para sus hijos, aunque vive de promocionar la haute couture ("No tengo un plan, tengo un vestido", decía Carrie), participa en causas benéficas y tiene el presente y el futuro resueltos gracias a los ingresos de su trabajo en las pantallas —en 2011 era la segunda actriz con más patrimonio, y aunque ahora ha bajado al puesto 20, la fortuna familiar está valorada en 200 millones de dólares, según Forbes—. También es un símbolo contra el edadismo. "Envejecer —ha dicho hace poco— es un privilegio que no todo el mundo tiene". Y ese es nuestro consuelo.
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