Opinión

Sin acuerdos, directos al trumpismo

Una nueva financiación autonómica, la condonación de la deuda, el reparto de menores migrantes o la nueva política de seguridad son asuntos que están sobre la mesa (o deberían estarlo) y para los que solo se observa una confrontación total entre los grandes partidos

Carlos Mazón, durante la última sesión de control en Corts

Carlos Mazón, durante la última sesión de control en Corts / Rober Solsona/Europa Press

La consellera catalana de Economía, Alícia Romero, alertaba este fin de semana en una conversación con Jordi Sevilla (Agenda Pública), de que la imposibilidad de acuerdos y la dinámica política de los gritos y los insultos «nos lleva directos al trumpismo».

Me parece una de las reflexiones más sensatas, a través de la cual se puede contemplar el pasado reciente y el futuro inmediato. Una nueva financiación autonómica, la condonación de la deuda, el reparto de menores migrantes o la nueva política de seguridad son asuntos que están sobre la mesa (o deberían estarlo) y para los que solo se observa una confrontación total entre los grandes partidos. Ni siquiera parecen darse las condiciones para un diálogo sincero. El acuerdo para la renovación del Poder Judicial, hace menos de un año y después de cinco de bloqueo, ha quedado como un oasis en un desierto de ruido y crispación. En un mundo político donde todo se mide, hay que entender que renta más la bronca.

En el plano corto tenemos la experiencia de la mesa de las Corts, solventada por la calle de en medio excluyendo al principal partido de la oposición, y la renovación de los entes estatutarios, bloqueada en una situación casi de espejo a la que se dio en el Poder Judicial. Ambos casos hablan mal de la calidad de una democracia.

Es de perogrullo que aquí todo está contaminado por la dana del 29 de octubre. Más que por la catástrofe, por lo que la ha envuelto: la revelación de una gestión de la emergencia «tardía» y fue «errónea» y una resistencia a asumir responsabilidades para culpar a la ‘otra’ Administración. Este contexto condiciona todo, pero si intentamos mirar el presente desde el futuro, será difícil de explicar que la reconstrucción (o el renacimiento) de la Comunitat Valenciana, cuya primera letra son los presupuestos, no se plantee desde un consenso amplio. No es solo eso, sino todo lo contrario, vivimos a lomos de un acuerdo de Carlos Mazón y su partido (PP), con quien representa las opciones más ultras y reaccionarias, Vox. Volviendo al principio: un trumpismo de baja intensidad se cuela por la puerta de atrás.

El debate de fondo, ahogado por la polarización, es qué pasa con las mayorías sociales mientras van viendo cómo el populismo y la radicalidad impregnan la política tradicional. ¿Lo pagaremos en 2027? Si hay una mayoría (eso dicen las encuestas) que está de acuerdo en la responsabilidad política de la dana, ¿no era más sano acordar entre las grandes fuerzas un relevo en la Generalitat y pactar a partir de ahí un presupuesto y las bases de la reconstrucción? Llámenme ingenuo, pero la dinámica actual nos acerca solo a la barbarie. ¿Por qué no ensayar otras experiencias antes de las lágrimas y lamentaciones?

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