Opinión | Tres en línea

València

Carne de cañón

Jugando a las damas

Jugando a las damas / Levante-EMV

El encargado de negocios de Trump en España, Santiago Abascal, no ha visitado Valencia desde que la devastó la DANA. Pero este domingo vendrá a darnos un mitin/paella con entrada a 25 euros. Uno pensaba que con tanto empeño que Vox pone en la defensa de la tauromaquia, a Abascal le sonaría al menos lo de la “vergüenza torera”. Parece que no.

También podíamos rumiar que como Abascal es un machote, no tendría miedo alguno en pisar la zona cero. Y como es un patriota, cabía imaginarlo poniéndose el primer uniforme que pillara para coger la pala y arrimar el hombro. Pero se ve que no le venía bien. Debe ser más entretenido pasearse de vez en cuando por la montaña de Alicante a bordo de coches de lujo. Dónde va a parar.

Para ser sincero, uno también calculaba que la vicepresidenta Yolanda Díaz se dejaría caer siquiera unos minutos por los pueblos asolados, dado que es “súper-empática”. Pero tampoco. A la hora de la verdad, Sumar sigue restando, como ha hecho desde que debutó.  Pónganle falta. ¿Seguimos pasando lista? ¿Dónde están los dirigentes de Podemos? En ningún sitio conocido. Feijóo ha venido varias veces. Para nada. Y Sánchez no ha pisado el terreno desde lo de Paiporta. Sobre las víctimas de la Gran Riada ha caído, después del diluvio, un manto espeso que no se merecen. Es la mayor catástrofe en Europa en décadas. Pero la que menos ha recibido el calor de las instituciones ni los partidos: ni visitas, ni reuniones, ni funerales oficiales. Nadie (salvo el Rey) ha querido bajar al barro. Soledad, traigo mis credenciales, cantaba Jorge Drexler como en una premonición. Terrible.

Somos carne de cañón. La Comunitat Valenciana, digo. Políticamente, carne de cañón. Con frecuencia, especulamos con el futuro de Carlos Mazón, con su permanencia o su recambio y con el posible escenario tras unas elecciones autonómicas en la Comunitat Valenciana. Como dijo Feijóo, el PP no quiere perder el gobierno de una región del peso de esta. Y el PSOE, lógicamente, quiere recuperarlo a toda costa. Pero en los estados mayores de los partidos en la M30 no es eso lo que están valorando. No, al menos, en primer término. La Comunitat Valenciana se ha convertido en el teatro de operaciones de una guerra que le excede. Aquí se está jugando La Moncloa. Siempre se ha utilizado el argumento como tópico: que si feudo socialista, en tiempos de Joan Lerma; que si fortín del PP, de Zaplana en adelante. Desde que los dinosaurios habitaban la Tierra, en resumen. Pero en el actual contexto, el cuento se ha convertido en cuentas. A nadie en Madrid le importa realmente quién sea el próximo jefe del Consell. De lo que se trata es de quién presidirá el Gobierno. Y para eso esta vez sí que es de verdad decisivo lo que se vote en Alicante, Valencia y Castellón.

La Comunitat Valenciana es la cuarta que más escaños decide para el Congreso de los Diputados: 33, casi el 10% del hemiciclo. Sólo Andalucía (61), Cataluña (48) y Madrid (37), reparten más parlamentarios. Porque nos hagamos una idea, de las comunidades “históricas” o que más peso político atesoran, Galicia escoge 23 diputados (diez menos), Castilla-La Mancha 21, Euskadi 18, Aragón 13, Canarias otros 13, Baleares 8 o Asturias 7. Es lo que hay.

Pero la cuestión no es el número total (aun siendo importante), sino el “baile” posible de escaños entre los partidos principales en liza. En las últimas elecciones generales, las que convocó por sorpresa Pedro Sánchez nada más perder las municipales y autonómicas, la distancia que el PP le sacó al PSOE, pese a estar recién tomado el Palau, fue de poco más de 70.000 votos, sobre un censo posible de más de 3,7 millones de electores. Con una participación elevada, superior al 71%, fueron algo menos de tres puntos los que los populares obtuvieron de ventaja sobre los socialistas. De los 33 diputados en juego, el PP anotó 13, creciendo cinco a costa de la desaparición de Ciudadanos, pero el PSOE sumó 11, aumentando uno respecto a la convocatoria anterior. No es una renta la del PP como para echarse a dormir. Mucho menos para que una DANA no te pille trabajando.

Todas las elecciones en las últimas legislaturas se han resuelto con escuadra y cartabón. Nunca, como en los últimos años, ha valido tanto el voto de un elector. No les quiero ni contar el de un abstencionista, el partido que en estos momentos decide verdaderamente quién se hace con el BOE y quien se queda a las puertas lamiéndose las heridas. Con Illa, Sánchez puede estar tranquilo. Podemos especular cómo quedan los demás (ERC, Junts, Vox, la nueva extrema derecha catalana…), pero la enorme distancia entre el PSC (19 escaños) y el PP (6) no parece que pueda inducir ninguna sorpresa relevante. Tampoco en Madrid, donde la diferencia a favor del PP fue de seis diputados y casi 13 puntos. En Andalucía, la ventaja fue mucho menor. Los de Moreno Bonilla sacaron algo menos de tres puntos a los socialistas y cuatro escaños de rédito. Pero Andalucía está bastante estable. Sánchez no ha mandado allí a María Jesús Montero, su principal muleta, así en el Gobierno como en el partido, para que gane, aunque siempre sea el deseo. Ni a su hombre de confianza, Óscar López, para que le doble el pulso al PP de Ayuso en Madrid. Lo que sí quiere es que el suelo que el Partido Socialista tiene en esos territorios no se derrumbe ante la fuerza de los liderazgos locales del PP.

Donde todo puede cambiar es en la Comunitat Valenciana, porque la DANA ha supuesto un parteaguas. Entre las comunidades que pasaron a manos del PP en los últimos comicios, la valenciana fue la única en la que los socialistas mejoraron sus resultados anteriores, aun perdiendo. Y Sánchez cree que la gestión de Mazón y la inacción de Feijóo le ofrece una oportunidad para invertir ahora el marcador. Cada diputado que el PSOE fuera capaz de incrementar aquí sería uno que restaría al PP, un balance directo que no ocurre en todos los sitios, y a eso está jugando claramente el líder del PSOE. Feijóo es consciente también de que aquí se juega muchas de las posibilidades de conquistar, en segunda convocatoria, La Moncloa. La cuestión no pequeña es que la actual situación incentiva a Sánchez mientras atenaza a Feijóo, que ha perdido la baza fundamental en política: los tiempos. Son Mazón, el propio Sánchez y, sobre todo, Abascal y la juez de Catarroja quienes los controlan. Feijóo sólo alcanza a intentar acertar por dónde sopla el viento: ahora animo a los míos a dejarse llevar por los pactos de Mazón con Vox, ahora les digo que salgan a denunciar que Vox no defiende los intereses de España, sino los aranceles de Trump. Un sinvivir.

Abascal alienta a los suyos, de eso va el acto de este domingo en València, con que el sorpasso sobre el PP en la Comunitat Valenciana es posible. Ya les digo yo que no. Pero evidentemente puede hacerle mucho daño a los populares y en absoluto estamos hablando de un juego de suma cero, de que lo que saque Vox irá al final a un gobierno del PP, porque no es lo mismo una ultraderecha muleta que una crecida, como ya estamos padeciendo. Pero el hecho de que la Comunitat Valenciana no sea más que un tablero donde otros juegan a las damas es sólo culpa de sus élites. Dispuestas a movilizarse durante años por un tren que avanza a velocidad de carreta. Pero incapaces de manifestarse ni una sola vez tras la mayor tragedia que esta tierra ha sufrido para proclamar que no somos las marionetas ni de la izquierda ni de la derecha, ni mucho menos de sus extremos, y exigir lo mínimo: coordinación y respeto. Así nos va. Somos de usar y olvidar.

Tracking Pixel Contents