Opinión | Tribuna
El momento de Europa, y de España
El ministro de Economía, Comercio y Empresa recuerda en este artículo los efectos positivos del comercio internacional y critica los aranceles anunciados por Donald Trump

El presidente de EEUU, Donald Trump / Levante-EMV
Desde hace siglos son bien conocidos los efectos positivos del comercio internacional para la economía. Nos permite acceder a una mayor variedad de bienes, contribuye al aumento empleo, abre nuevos mercados para las empresas y, en general, aumenta la eficiencia y la productividad de las economías, mejorando con ello las condiciones de vida.
Más allá de las ventajas económicas, el comercio internacional ha sido una herramienta de acercamiento, entendimiento y paz entre los pueblos. De hecho, no hay que olvidar el origen de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero, antecesor de la Unión Europea, que pretendía, a través del comercio, restañar las heridas dejadas por dos guerras mundiales en suelo europeo.
La avalancha de aranceles desatada por la administración de Estados Unidos es especialmente preocupante, no sólo por su potencial impacto económico, sino porque ha sacudido el orden internacional basado en reglas. Si el comercio es un instrumento para tejer alianzas, la subida arbitraria e injustificada de aranceles es un duro golpe que fragmenta un mundo ya afectado por tensiones geopolíticas.
Todavía es difícil tener una estimación precisa del impacto económico de los aranceles. Además de la incertidumbre, los impactos directos e indirectos, quedan muchas cuestiones abiertas, como cuál será la respuesta del resto del mundo ante estas medidas, y si existirá espacio para la negociación.
En todo caso, no hay que perder de vista que los principales perjudicados por estos aranceles serán los propios ciudadanos y empresas estadounidenses, que verán cómo los precios de los bienes que importan aumentan muy significativamente, sin que en muchos casos exista un sustituto para ellos.
Por otra parte, muchas naciones en desarrollo pueden ver cómo sus exportaciones se reducen de manera importante, con un impacto potencialmente severo sobre la pobreza. Este factor de vulnerabilidad se suma al retroceso debido al desmantelamiento de la cooperación al desarrollo estadounidense.
En lo que respecta a la Unión Europea, en caso de no llegar a un acuerdo, cabe esperar un impacto significativo, aunque inevitablemente desigual entre países y sectores. España tiene una exposición directa agregada relativamente baja en comparación con nuestros socios, pero su afectación se trasladaría, en parte, también a nuestros productos e industrias, altamente interconectados con los suyos.
Ante este contexto, la fortaleza de Europa se encuentra en su unidad de respuesta y en su fiabilidad como socio comercial. Voluntad de negociar y mano tendida para llegar a un acuerdo forman el eje principal de la respuesta de la Unión Europea. Cada día cruzan el Atlántico bienes y servicios por valor de 4.400 millones de euros. Debemos reforzar esta relación, no debilitarla. No obstante, si esta solución no fuera viable, estamos preparados para proteger a nuestras empresas y trabajadores y disponemos de las herramientas necesarias.
Pensando, precisamente, en esos colectivos que puedan verse más afectados, el presidente del Gobierno ha puesto en marcha, de manera inmediata, un Plan de Respuesta y Relanzamiento Comercial, dirigido a proteger y defender nuestro tejido industrial y a nuestros trabajadores. Este Plan cuenta con más de 14.000 millones de euros para, por un lado, actuar como red de seguridad y, por otro, dar también un impulso a la modernización de nuestra economía y la internacionalización de nuestras empresas.
Mensaje de confianza
Lanzamos así un mensaje de confianza y apoyo para hacer frente a este nuevo desafío. Sobre todo, planteamos una respuesta de país, abierta y flexible en función de cómo evolucionen las necesidades, siempre sobre la base de un diálogo estrecho con los agentes sociales, grupos parlamentarios, comunidades autónomas y los sectores y empresas afectados.
Nuestro plan es complementario a las actuaciones europeas. Desde la Unión Europea debe articularse un fondo de ayudas que permita compensar a los sectores más afectados por el conflicto comercial y que se podría dotar en línea con la recaudación de los posibles aranceles de reequilibrio a Estados Unidos que la Unión podría imponer en las próximas semanas. Europa tiene que seguir siendo el paraguas que protege a sus ciudadanos.
Más allá de esta respuesta al nuevo orden que se impone, es necesario ser proactivos y hacer de este momento crítico una oportunidad para fortalecer Europa. Ello tiene una doble vertiente. Por un lado, como señalan los informes de Draghi y Letta, es el momento de aprovechar el potencial del mercado único europeo, integrando nuestros mercados de capitales, superando la fragmentación regulatoria y apostando por bienes públicos europeos. Contamos con un mercado de más de 450 millones de consumidores que constituye, de hecho, nuestro principal socio comercial.
Por otro lado, será clave seguir profundizando en alianzas estratégicas que permitan diversificar nuestras cadenas de suministro y abrir nuevas oportunidades. La Unión Europea ya cuenta con alrededor de 40 acuerdos de libre comercio con más de 70 países. Tenemos que continuar mostrándonos al mundo como un socio confiable, predecible, abierto a hacer negocios, defensor del libre comercio y de la cooperación multilateral. El primer paso debe de ser la ratificación del tratado con Mercosur, que puede ser un destino muy relevante para productos agrícolas e industriales europeos, además de un bloque con el que nos unen lazos históricos y culturales.
España y Europa se enfrentan a un momento decisivo. No me cabe duda de que estaremos a la altura, apoyando a nuestras empresas y trabajadores, mostrando firmeza ante decisiones injustificadas y también solidaridad con el resto del mundo.
España está llamada a jugar un papel clave dentro de la Unión Europea en este momento decisivo. Estamos preparados. En primer lugar, siendo el motor económico, como en 2024, aportando la mitad del crecimiento de la zona euro, pesando un 10%. En segundo lugar, afirmando nuestro rol como puente entre Europa y nuestros principales socios estratégicos. Y, por último, reforzando la apuesta por una Unión competitiva, abierta, sostenible y social. Apostando por una Europa líder, sin perder su ADN.
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