Opinión
La Lonja del Cabanyal ya no tiene quien le escriba

La Lonja del Pescado del Cabanyal, emblema patrimonial del barrio
Los 27 años que han pasado desde la fundación de Salvem el Cabanyal y la organización de la primera edición de Portes Obertes, allá por el año 1998, han dado para todo tipo de experiencias, me atrevería a decir a cuál de todas ellas más interesante y enriquecedora. Contribuimos, sin duda, a cambiar el curso de la historia de esta ciudad y lo que es más importante, salvamos el Cabanyal de una destrucción programada por el gobierno municipal. Porque pretendía destruir el Cabanyal, para después atravesarlo.
Pero salvar el Cabanyal de la programada destrucción no ha resultado suficiente para garantizar la preservación de algunos de sus valores, algunos podrían llegar a tachar de “románticos”, que muchos entendimos se estaban poniendo en riesgo de desaparición, más allá de los daños irremediables y dramáticos que producía la prolongación, tanto en lo humano como en lo material y patrimonial.
De la creciente e inducida despoblación de los primeros años y el “Viu al Cabanyal”, como reclamo para animar a la llegada de nuevos vecinos, en apenas 10 años hemos pasado a la proliferación de los apartamentos turísticos, que impiden la llegada de los ahora sí, ansiosos nuevos vecinos que no encuentran vivienda para fijar su residencia, ni siquiera en alquiler. De ser un barrio innombrable, que hasta Manuel Vicent eludía en su Tranvía a la Malva-rosa, a convertirse en una marca turística importante de esta ciudad, que parece que descubrió su litoral tras la Copa América. De la inducida degradación, a la difícilmente evitable gentrificación.
La locura del traslado piedra a piedra
Chorros de literatura y tesis doctorales se han escrito sobre el Cabanyal, su arquitectura popular y sus edificios emblemáticos en estos últimos 27 años, pero si hay que destacar uno, sin lugar a dudas sería el edifico de la Lonja del Pescado de la Marina Auxiliante. Un edificio que fue durante años punto final de todas las visitas guiadas y despertó el interés de muchos de los “santones” del patrimonio cultural que finalmente entendieron la barbaridad que pretendía llevar adelante el gobierno municipal. Desde el Consell de Cultura a Europa Nostra, desde la Universidad de València al Politécnico, desde el Colegio de Arquitectos hasta el Ministerio de Cultura. A todos hubo que convencer y “pasear” por nuestro barrio, poniendo el colofón en la visita al patio interior de la Lonja del Pescado. ¡Como sería la situación, para que por aquel entonces, el flamante teniente de alcalde, Alfonso Grau, llegó a anunciar que para evitar el expolio de este edificio, pensaba encargar un proyecto para desmontarlo y su posterior montaje en una parcela aledaña! Una locura, sin duda.
Pues bien, si algo no ha cambiado en estos últimos 26 años, es el triste y lamentable estado de abandono en el que se encuentra el edificio de la Lonja. O lo que es peor, ha cambiado al incrementar su ruina y entrar en el olvido. Ni siquiera que el nuevo planeamiento lo haya convertido en Bien de Relevancia Local, ha ayudado a mejorar esta dinámica.
La compleja propiedad que ostenta este edificio y la de los interlocutores, ha sido el principal obstáculo para su rehabilitación en la pasada legislatura. Titular de una concesión Real del suelo desde el año 1907, en la que su discutida caducidad está pendiente de un recurso presentado por la sociedad ante el Tribunal Supremo, debido a un recurso contencioso-administrativo que la Sociedad Marina Auxiliante, heredera de la concesión, presentado justo en el momento en que desde la sociedad Plan Cabanyal-Canyamelar, en 2017, se había procedido a la puesta en marcha de un proyecto para la rehabilitación de los elementos comunes del edificio, redactado por el prestigioso arquitecto Tito Llopis y con el beneplácito del equipo de gobierno municipal.
Con un presupuesto de 989.642 euros, unas ayudas del ARRU que alcanzaban los 544.303 euros y sin coste económico para la Sociedad Marina Auxiliante S.L., ni para los actuales vecinos propietarios de las viviendas, que dicho sea de paso, muchos de ellos no se sienten muy identificados con las pretensiones de una antigua sociedad a la que algunos no pertenecen. Y todo ello con una contrapartida, la sociedad perdería la propiedad de la nave central, a cambio de que los 40 vecinos propietarios de las viviendas verían rehabilitados los elementos comunes de su edificio, incluido el espacio central.
El proyecto lógicamente se vio interrumpido con la presentación del citado recurso contra una resolución dictada por el Ayuntamiento de València en la que declaraba la caducidad de las concesiones por haber transcurrido 99 años desde su otorgamiento, un proceso de regularización en el que se encuentran inmersas la casi totalidad de las construcciones a ambos lados de la calle Eugenia Viñes.
Pero en el caso de la Lonja, a la complejidad que significa la necesaria regularización patrimonial de la parcela sobre la que se asienta el edificio, hay que añadir que la propiedad del vuelo a día de hoy, se divide entre la que ostentan las distintas viviendas, 40 en total, en algunos casos propiedad de los herederos de los miembros de la antigua sociedad y otros meros compradores recientes, todo ello a través de unos documentos de propiedad denominados “hijuelas”; y por otro lado la propia reconstituida Sociedad de la Marina Auxiliante "en liquidación", propietaria actualmente de las antiguas oficinas y del espacio central en el que se realizaba la venta del pescado. Toda una complejidad que nos llevaría páginas en describir, que unida a una estrategia municipal cuyos servicios no han parecido entender para poder favorecer el necesario acuerdo, vista la prolongación del conflicto.
Y mientras los desacuerdos mercantiles acabaran dilucidándose en los tribunales, mientras tanto, sin que a nadie parezca importarle, el viejo edificio de la Lonja de Pescadores de la Marina Auxiliante, el buque insignia de las reivindicaciones para salvar el Cabanyal, por su valor patrimonial, que ya venía reconocido desde el PGOU, ha entrado en el olvido y ya nadie denuncia su abandono ni reivindica su rehabilitación. Las intervenciones chapuceras tratan de apuntalar su ruina, mientras la administración competente mira hacia otro lado y la sociedad Plan Cabanyal-Canyamelar, una empresa de proximidad que debería estar para estas cosas, parece que ha decidido “pasar del tema”, si hay que creer lo que cuentan los vecinos.
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