Opinión

Un mundo tricolor

El rey Felipe VI

El rey Felipe VI

Después de escuchar al todavía president de la Generalitat achacar culpas de la dana homicida que encabezó al Pacto Verde europeo, obra del gobierno formado por los dos primeros partidos de la UE, los populares donde aún milita y los socialdemócratas, añadiendo que ni es verde, ni pacto, ni europeo (sic), pero lo dice aupado por su deuda con el verde botella de Vox, trumpistas y negacionistas climáticos, dan más ganas de poner pies en polvorosa que de elaborar un análisis político. El nuevo pacto PP-Vox nos retrotrae al mundo bicolor, un NODO-rojigualda en blanco y negro, e, dado que escribimos casi en la onomástica de la proclamación de la II República española, un 14 de abril de 1931, quizá conviene trasladarnos al mundo tricolor, republicano, que tanto se celebra cada año en todas las comarcas valencianas, incluso en las localidades hoy devastadas.

El problema del reino de España con la memoria histórica del republicanismo viene de atrás y, como tantos otros, se nutre de una ignorancia tan generalizada entre la ciudadanía cual poco combatida por nuestro sistema educativo infradotado. No acostumbramos en estos textos ni en conversaciones sociales a cuestionar la forma de estado, pues enseguida empiezan a hablarte de reyes, cosa que nada tiene que ver con el pensamiento republicano que se estudia en todas las grandes universidades. Aunque la recortada Casa Real hispana se presta a realizar críticas a sus miembros (lo último en redes sociales es: un chorizo denuncia a Revilla), ello no es la razón de ser de lo que llamamos republicanismo español, pues la República no se construye contra nada ni nadie y pensamos que su postergación es por falta de ciudadanía republicana, aunque eliminaran hace tres lustros la dicotomía monarquía-república de las encuestas-CIS. Por algo será.

De muy atrás: durante cuatro décadas la dictadura militar franquista demonizó la palabra ‘república’ hasta ser pecado en el inconsciente colectivo, pese a que las repúblicas son algo tan cercano a nuestro reino que para salir a pie de España hay que pasar la frontera de una República, la francesa o la portuguesa, que supieron desprenderse de sus historias monárquicas. Y también de menos atrás, pues en la llamada transición se remarca el hito de la legalización del Partido Comunista, siempre en el Congreso con las siglas PCE y luego dentro de Izquierda Unida hasta la actualidad (Sumar), pero nadie recuerda el imborrable baldón democrático que fue y es que no se legalizasen asimismo los partidos republicanos, empezando por Izquierda Republicana (IR) del presidente Manuel Azaña, excluidos de las vitales primeras elecciones.

Este año volverán los actos a Paterna, esa fábrica estructurada de matar personas, repetidos en tantos y tantos lugares de toda la piel de toro, incluida la ya histórica manifestación de Madrid, y de lo programado, pese a una persistencia de medio siglo, los medios de comunicación darán escasa noticia. Gustan más las novelas o películas sin rigor alguno que alimentan la incultura para acabar luego en un revisionismo por parte de historiadores de chiringuito. La Generalitat usó el presupuesto para fosas en rehabilitar un edificio alicantino dizque para centro dedicado a la memoria histórica y ahora con sus pactos voxísticos no hay dinero, ergo podrán usar el edificio restaurado a costa nuestra para montarse un ventorro con cáliz. Feliz 14A. 

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