Opinión

El alcance tóxico de la entrevista a Curtis Yarvin

El presidente estadounidense, Donald Trump

El presidente estadounidense, Donald Trump / Europa Press/Contacto/Chris Kleponis - Pool via CN

Hay personajes con sus opiniones a tener en cuenta por su toxicidad. La recién entrevista a Curtis Yarvin en Grand Continent titulada «Prepararse para el imperio» es una de ellas; ha suscitado un amplio espectro de reacciones por su opinión sobre la actual presidencia de los EE UU. Sostiene que su misión es inaugurar una nueva era cuyo sentido es poner fin «al fallido experimento democrático de los dos últimos siglos e instaurar una nueva monarquía». Puede parecer una broma, pero resulta ser la opinión de un acreditado «consejero áulico» del círculo íntimo de Donald Trump. El mismo es uno de sus declarados seguidores.

La figura de Curtis Yarvin representa una corriente de pensamiento que se autodenomina Ilustración Oscura. Este movimiento, lejos de ser una simple reinterpretación de la Ilustración clásica, supone una crítica radical a sus premisas fundamentales y una propuesta alternativa. Yarvin, a través de sus extensos escritos, sostiene que la Ilustración, con su énfasis en la democracia liberal y el Estado de Derecho, ha fracasado en la consecución de sus propios objetivos, generando en su lugar un sistema ineficiente y, en última instancia, ilegítimo.

Su crítica se centra en la ineficacia inherente a los sistemas democráticos representativos, los cuales, según Yarvin, son susceptibles a la captura por parte de grupos de interés. Para él, la democracia, lejos de ser un instrumento de progreso, se convierte en un obstáculo para la buena gobernanza. Propone, en cambio, un sistema político basado en una monarquía tecnocrática, donde un gobernante o un consejo de expertos, seleccionados por su mérito y conocimiento, gobiernen de forma eficiente y sin la interferencia de presiones políticas o populares. Su visión implica una redefinición radical del Contrato Social, cuestionando la legitimidad misma de la soberanía popular y abogando por una jerarquía social basada en el mérito y la competencia.

Este enfoque, profundamente elitista, ha generado una considerable controversia en Estados Unidos, siendo acusado de autoritarismo y de justificar la desigualdad social. Yarvin está vinculado al ex estratega jefe de la Casa Blanca en la primera administración Trump, Steve Bannon, al inversor multimillonario Peter Thiel, y es seguido por Elon Musk. Sus ideas han sido especialmente influyentes en la extrema derecha norteamericana, y los discursos públicos de destacados inversores como Thiel se han hecho eco del proyecto de Yarvin para establecer dictaduras de CEOs de empresas tecnológicas que apoyaron la candidatura de Donald Trump.

En Grand Continent aboga por una revisión radical del pensamiento político moderno. Su propuesta de «neoreacción» desafía la narrativa liberal-demócrata occidental, y su nostalgia por sistemas políticos autoritarios simplifica excesivamente las complejidades de la gobernanza moderna. Pero uno de los aspectos más controvertidos de la entrevista es el aparente desdén de Yarvin hacia el progreso social y los movimientos por los derechos civiles de los años sesenta en los Estados Unidos, de inspiración cristiana. Al minimizar el valor de las luchas por la igualdad y la justicia, su discurso puede ser interpretado como un intento de deslegitimar las voces históricas que han luchado por un cambio significativo en la autoliberación de las clases subalternas. Enfoques que pueden alimentar narrativas que perpetúan desigualdades existentes y alternativas autoritarias como la rusa de Vladimir Putin.

Su pensamiento ha tenido cierta influencia en círculos de la extrema derecha europea, oído en algunas de las ideas promovidas por el Eurogrupo Patriots presidido por Santiago Abascal. Efectivamente, su crítica institucional resuena en Vox cuando este partido de extrema derecha expresa su descontento hacia el actual sistema político en España, abogando por un enfoque más centralizado y fuerte del Estado. Por ejemplo, se sitúa en una posición anticonstitucional cuando rechaza de plano el Estado de las Autonomías del Título VIII de la CE.

Curtis Yarvin promueve una visión de gobierno que a menudo incluye un fuerte sentido de identidad nacional y cultural; y Vox se identifica con el nacionalismo español enfatizando esta narrativa sobre la unidad y la identidad nacional frente al ‘Patriotismo Constitucional’ como identidad socialmente compartida. Aunque no todos los miembros de Vox pueden suscribir completamente las ideas de Yarvin, el partido ha mostrado tendencias hacia una retórica que puede alinearse con algunos de los conceptos neoreaccionarios que él promueve contra el progreso social y cultural en temas como género, inmigración y derechos LGTBI.

Su critica a las élites políticas y culturales, un sentimiento que también se refleja en el discurso de Vox, que a menudo se presenta como un partido del ‘pueblo’ frente a una élite percibida como ‘una casta’, tal y como despectivamente la definió Santiago Abascal en la ‘cita de las paellas’ de la Feria de Muestras de Valencia. O como ya es habitual en los ataques de Patriots a la presidenta de la Comisión Europea.

Su propuesta de una monarquía tecnocrática, con sus implicaciones potencialmente autoritarias, compartidas por el círculo íntimo de Donal Trump, alcanza a la extrema derecha europea. Y su visión representa no solo un desafío importante a los valores cristianos, liberales y democráticos sino también, y muy seriamente, un ataque a los valores de la Unión Europea. No solo es una guerra comercial la desatada por la Administración Trump, sino una guerra cultural tóxica muy seria. 

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