A quienes machoexplican

Recientemente se celebró en un municipio de l’Horta Sud una charla sobre sesgos de género en Inteligencia Artificial (IA) a cargo de una ingeniera informática de A Coruña con un impresionante currículum. Ante un público muy variado (la conferencia se integraba en un ciclo de divulgación científica con perspectiva de género), la experta explicó de forma muy gráfica y pedagógica cómo la selección de datos del que beben los modelos matemáticos que conforman la IA llevan implícitos el germen del mal en materia de género. La tesis es sencilla: el problema es, como siempre, el factor humano. Si históricamente y, todavía hoy en día, aquello que tiene que ver con las mujeres ha sido silenciado o ninguneado, no hay otra que la IA también peque de patriarcal. Entre otros factores, el sesgo de género se agrava por la persistente brecha de género en las carreras tecnológicas y científicas, de dónde salen quienes diseñan los modelos matemáticos. Si la mirada teórica y empírica es exclusivamente masculina difícilmente se tendrá en cuenta la casuística e idiosincrasia que afecta a las mujeres.

Con estos mimbres, no es de extrañar que el amigo chat GPT haya tardado bastante tiempo (así lo explicó la ingeniera) en resolver un acertijo de esos clásicos para descubrir la miopía androcentrista: ese que trata de dar respuesta a la siguiente historia: un padre y un hijo tienen un accidente de tráfico. El padre muere al instante y el hijo es trasladado al hospital para ser operado de urgencia, pero cuando el cirujano está a punto de intervenir, exclama: ¡ no puedo, es mi hijo! El chat GPT (que por defecto identifica el masculino como genérico ) tardó lo suyo en dar la respuesta más sencilla: que el cirujano era una mujer, la madre del niño. La ingeniera mostró cómo antes de llegar a la respuesta inclusiva (tampoco barajó que el niño pudiera tener dos padres), la IA enarboló toda una serie de teorías, a cada cual más disparatada y surrealista.

En estas estaba la charla cuando uno de los organizadores, tomó la palabra para cuestionar la metodología utilizada por la ingeniera para descubrir sesgos y acto seguido ofrecer una sesuda explicación sobre la Campana de Gauss.

Una escena similar se produjo unos días después en València durante la presentación de un libro de una reconocida feminista valenciana. También en este foro, repleto de mujeres avezadas en la lucha por la igualdad, uno de los presentes tomó la palabra, no ya para preguntar a la autora, sino para dirigirse al público y teorizar sobre el contenido de la publicación.

El mansplaining (situación en la que un hombre explica algo a una mujer de forma condescendiente y paternalista) o ‘machoexplicación’ en lenguaje castizo (y por cierto, admitido por la Fundéu) es un joya dentro de los micromachismos, un clásico que se resiste a desaparecer. Lo curioso es que también empiece ahora a asomar en ámbitos, como son los de la igualdad de género, muy feminizados, tanto en el ámbito académico como en el del activismo. Esas ganas de algunos de ser protagonistas en los espacios feministas contrastan con el papel silente de la mayoría de los varones que, en cuestiones relacionadas con la igualdad, no es que den un paso atrás, sino que directamente se borran por ser ‘cosas de mujeres’, cómo si construir una sociedad sin privilegios de un sexo sobre otros no les competiera. No hay más que fijarse en la habitual escasa presencia de hombres en estos foros. Mal vamos pues, si en el día a día, ya sea de forma presencial, virtual, o perpetua, a través de un modelo matemático, ante la lucha contra el machismo los hombres bien no se sienten impelidos, bien intentan dar lecciones.