Opinión
Días 'entrecolmillados'
A esta realidad le sobra colmillo. No lo esconde ni en días antes marcados como ‘santos’. Suena más la rabia que el silencio del descanso

Carlos Mazón a su llegada al Palau, este viernes a primera hora / Rober Solsona/EP
La calle puede ser una encerrona del tiempo. Salir, caminar y encontrar por puro azar a alguien de un pasado lejano, casi borrado, alguien que pudo inclinar tu vida hacia otro valle, y ver a un ser fracturado por los años y la enfermedad. Es como si el espejo se te rompiera delante. Salir y saber de otro de aquellos con quienes aprendiste a vivir que ha sido acorralado por la ELA. Es como si el tiempo te cortara el paso, empeñado en no dejarte caer en espejismos. Aun así, vivir es amarrarse a una ilusión sin fin. «Cada uno es un fruto madurando su muerte» (el verso de la uruguaya Idea Vilariño es el pórtico del último libro de un poeta valenciano que merecería más atención, Marc Granell). Ojalá un fruto que al caer aporte algo de conocimiento y mejore el mundo, aunque sea por azar, como aquella manzana famosa.
La Semana Santa me aparece cada año como un paréntesis en la carrera de los días. Hay recuerdos que dibujan el presente. Para los que no participábamos de rituales religiosos, era un periodo en el que las calles del barrio se quedaban sin vida y sentías el peso del aburrimiento. No servía ni el consuelo de la televisión, que flagelaba a la audiencia con una programación con olor a naftalina que se repetía cada año. Me temo que ya no queda ni naftalina, pero no me puedo quitar una sensación pesada de hastío cuando llegan estos días. La diferencia es que lo que antes era una losa de ausencia de acción, hoy es un remanso de calma, una almohada fresca por la tarde.
Claro que no deja de ser otra ilusión. No nos bajamos de esta montaña rusa de impactos en la que estamos desde el 29 de octubre ni en días antes sagrados. Nos hemos acostumbrado a que cada día sea un intercambio de golpes, un ejercicio de derrumbe y resistencia. Hemos asumido ya que no hay espacio para la lealtad, la coordinación y el diálogo sano y serio. Como si nos hubieran hecho asimilar que no hay bondad posible. No me lo creo. A pesar de mi condición de pesimista progresista (o al revés), no me lo creo. No lo quiero creer, pero no puedo dejar de preguntarme por el daño que esta situación tan esquinada y radicalizada producirá en un sistema que ya tiene a muchos dispuestos a desacreditarlo desde los márgenes.
A esta realidad le sobra colmillo. No lo esconde ni en días marcados como ‘santos’ o, al menos, de descanso. Suena más la rabia que el silencio de las vacaciones.
Fui a un instituto religioso de semilla roja. Era el momento del Concilio Vaticano II. La mayoría de profesores había pasado por el seminario y se había casado luego. La maestra que intentaba inculcar pasión por los libros y la filosofía en un aula hacinada se presentaba el primer día como «comunista, catalanista y feminista». A lo que añadía: «Si algún padre tiene algo en contra, que venga a hablar conmigo». No recuerdo que ninguno fuera. Los padres ya tenían lo suyo con salir adelante. El profesor de Física era aficionado a los juegos de palabras. Le gustaba ponernos ‘supositorios’ mentales. Y le gustaba exprimir el lenguaje con unas gotas de humor, que es una forma de poner algo de pensamiento a la vida. Esta semana pensé en él cuando por azar se me fueron los dedos en el teclado y un ‘entrecomillado’ se convirtió en un ‘entrecolmillado’. Un acierto del azar, hubiera dicho, porque las frases políticas de estos días se pronuncian enseñando el colmillo.
Max Aub dijo que uno es de allí donde estudia el bachillerato, consciente de la importancia de una etapa de forja de caracteres y de creación de amistades de una vida, personas que recordarás aunque pasen los años y no los veas. Aunque el tiempo arrase, su número de teléfono en la agenda es como esos flotadores de corcho que cuelgan en la cubierta de los barcos viejos: es posible que nunca se utilicen, pero es peor no llevarlos, pueden salvarte la vida algún día.
Si hablo de salvavidas y pienso en Carlos Mazón, no hace falta que diga mucho más sobre su estado. No encuentra semana de tregua, ni en la santa, aunque la busca con esfuerzo. En esta ha quedado claro que la principal atención está en la salvaguarda judicial. La semana del president se resume en el intento de ofrecer que no estuvo incomunicado el 29 de octubre, mientras la riada causaba 228 muertes, y al mismo tiempo, no tuvo participación alguna en el envío de la alerta masiva a la ciudadanía a las 20:11, cuando la inundación ya era un hecho mortal. Son dos afirmaciones aparentemente contradictorias que el equipo del president se esfuerza en casar para apuntalar el protagonismo político de Mazón (estuvo comunicado) y anular al mismo tiempo su responsabilidad judicial (no tuvo que ver en el envío del Es Alert, considerado tardío y erróneo por la jueza).
Todo relato gana o pierde veracidad en función de los complementos circunstanciales que le acompañan. Y la historia del jefe del Consell aquel día va ligada al desconocimiento de lo que hizo desde la comida en El Ventorro hasta la llegada al Cecopi (20:28). La ausencia de imágenes y documentos que descubran el enigma es un fenómeno increíble en 2025. Es un agujero de credibilidad que si se ha decidido mantener durante seis meses es porque alguien cree que saber perjudica más que no saber. Eso dice la lógica. También dice que quien antepone su futuro judicial sospecha que su recorrido político es de corto plazo. También dice que la verdad acaba emergiendo. Pero no siempre es así. Quizá este 2025 hay milagro de Semana Santa, hay revelación del misterio y los colmillos se esconden. Quizá hay descanso.
- El ruido del paso del metro es insoportable, por las noches no se puede ni dormir
- Melody, a lo bonzo: Austria gana Eurovisión frente a una España que se autoinmola por enésima vez
- Cinco alcaldes plantan a Mazón en un acto oficial en protesta por su gestión de la dana
- Clasificación definitiva de Eurovisión 2025: estos son los resultados de España y todos los representantes
- Familia sigue sin convencer a los MIR que agotan otras 24 especialidades
- Critican la inacción de Antifraude un año después de la denuncia contra Mazón por usar recursos públicos en propaganda personal
- El hombre que alegó ser mujer para entrar a Bomberos de Madrid, descalificado por exceso de testosterona
- El cuidador de Brines denuncia a la sobrina del poeta por cortarle la luz en la casa de l’Elca