Opinión

Viernes de pasión sin resurrección a la vista

La idea es devaluar el dólar tanto como sea posible para mejorar la competitividad de la economía americana en el mercado mundial

El presidente de EEUU, Donald Trump, recibe el multimillonario Elon Musk y varios de sus vehículos Tesla en la Casa Blanca

El presidente de EEUU, Donald Trump, recibe el multimillonario Elon Musk y varios de sus vehículos Tesla en la Casa Blanca / Molly Riley/White House/Planet P / DPA

La «ciencia lúgubre», así es como llaman los expertos a la economía. Hoy lo es más que nunca. Quien se interne por ella debe estar dispuesto a bajar a los infiernos. Como Dante, necesitamos alguien que nos lleve de la mano por estos territorios confusos. Los que saben, dicen que a quien hay que seguir no es a ese tipo llamado Peter Navarro, que legitima sus posiciones teóricas citando a un economista que no existe y cuyo nombre es un anagrama del suyo propio. Este auto-plagiario se ha enfrentado a Musk en el peor estilo de barra de bar. A quien hay que seguir es a Stephen Miran, el jefe del Consejo de los Asesores Económicos de la Administración Presidencial.

En un discurso de hace apenas una semana ha dejado claro que, «si bien es cierto que la demanda de dólares ha mantenido bajas nuestras tasas de endeudamiento, ha distorsionado continuamente el mercado de divisas. Este proceso ha significado cargas indebidas para nuestras empresas y trabajadores, haciendo que sus productos y mano de obra sean no competitivos en la etapa global». Esta confesión es una declaración de intenciones. No se quiere romper el mercado global. Pero se quiere acabar con la consecuencia que trajo la decisión de Nixon en los años 70 al romper el patrón oro, un dólar fuerte.

La idea, por tanto, es devaluar el dólar tanto como sea posible para mejorar la competitividad de la economía americana en el mercado mundial. En realidad, según todos los índices, el dólar ha perdido, respecto de las grandes monedas, un 8 por ciento de su valor en lo que va de año. Pero no basta con eso, y la presiones inauditas al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powel, para que baje los tipos de interés o dimita, solo pueden tener como consecuencia devaluar el dólar todavía más. Es muy posible que se quiera llegar a su nivel más bajo, el de 2008, justo el año de la gran crisis financiera. Para eso todavía hay margen, porque ahora aún está un 40% por encima de aquel valor.

Que el Banco Central Europeo haya bajado tipos, no solo viene recomendado porque la inflación esté contenida en la zona euro; tampoco se quiere un euro fuerte en esta situación. Sería letal para nuestras exportaciones volver a un cambio de 1,20 dólares por euro, que puede ser uno de los objetivos de la administración Trump para Europa. O eso, o los aranceles del 20 % generales, o ambas cosas. Pero las demás monedas pueden realizar maniobras en la misma dirección, con lo que los esfuerzos de los Estado Unidos quedarían mermados. La guerra comercial puede llevar a una guerra de divisas. Mientras tanto, una depreciación del dólar empeorará las condiciones de financiación de la deuda pública de USA.

Y en efecto, los tipos de los bonos de deuda comenzaron a subir la semana pasada de forma intensa. La coincidencia temporal con la renegociación de una inmensa cantidad de bonos, ha llevado a que Trump demore la entrada en vigor de los aranceles durante 90 días. El presidente ha confesado que escuchó las quejas de la Banca Morgan. Pero la tendencia ya es conocida. Ahora todos sabemos su aspiración y la fractura de la confianza es universal. Estados Unidos, en su política de luchar contra China, ha decidido imitarla y entregarlo todo a la baza de las exportaciones. Bien lo sabe Japón. Fue el primero en ir a lo que Trump dice que van, pero la respuesta no ha sido benevolente. Si alguien pregunta qué quiere Trump, solo hay una respuesta: que le compren aún más de lo que ya tienen.

Sin embargo, la ecuación es muy complicada de mantener. Si le compramos más a Estados Unidos, el dólar volverá a subir y será más caro comprar a USA. Por lo demás, el dólar es la moneda más buscada no solo para pagos comerciales. Los flujos financieros y de servicios presionan a ello. Al final, lo único que puede cuadrar el círculo es que el dólar dejase de ser la moneda mundial. Eso no va a pasar porque no hay otra disponible. China no prescindirá de su política protectora del yuan propio. El dólar seguirá siempre demasiado alto para la operación Trump.

En estas condiciones, USA se enfrenta al peligro de la estanflación y no se sabe si sus presiones a la Reserva la evitarán o la acelerarán. La pérdida de confianza general es inevitable. La impresión es que no había un plan bien elaborado, capaz de discriminar por sectores económicos el juego de aranceles, depreciación y exportaciones. Esta señal es la más preocupante. Pero donde irrumpe la falta de confianza debe ganar fuerza la violencia y la coacción. Y esta es la tarea personal del presidente Trump en este plan.

Trump es el hombre adecuado para dirigir una operación que descoyunta las estructuras mundiales y se lo cobra colocando a su familia en consejos de administración de empresas cuyos activos suben como la espuma. Su violencia, su dureza, sus pésimas maneras y su capacidad coactiva, compensan la dificultad racional de ese plan USA, la cuadratura del círculo de mantener el comercio mundial y hacerlo girar hacia América y no hacia China, sin la consecuencia de aislar a Estados Unidos. El déficit de confianza es suplido por el miedo. Y no debemos olvidar de qué es capaz. Todos los días lo vemos en ese viernes de pasión infinito que es Gaza, ese descenso a los infiernos sin domingo de Resurrección a la vista. 

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