Una imagen para el futuro

El pasado lunes, en el Centre Cultural La Nau, la Universitat de València celebraba su 525 aniversario. Cinco siglos y cuarto de historia. Y allí, en un acto lleno de simbolismo, de implicación con el conocimiento y con el pensamiento crítico, ocurrió algo que, quizás, no todo el mundo advirtió de inmediato.

Todavía tengo grabada en la retina esa imagen: cinco mujeres, sentadas en la mesa presidencial del acto institucional por el 525 aniversario de la Universitat de València. Cinco mujeres liderando, representando y tomando la palabra. Todo mujeres. Y tengo el honor de decir, con mucho orgullo, que yo fuí una de ellas.

Fue un momento breve, pero lleno de significado. Porque esa imagen, aunque pueda parecer anecdótica, habla mucho del camino que hemos recorrido y del futuro que queremos construir. Personalmente, no pude evitar emocionarme. Porque detrás de esa foto hay historia. Y también hay justicia. De hecho, era un reflejo del cambio, del esfuerzo y del talento que tantas veces ha sido invisibilizado.

En la mesa presidencial, las cinco personas que representábamos a alguna institución en ese momento éramos, como he mencionado, cinco mujeres. Sabemos estar, sabemos hacer y sabemos liderar.

Esta imagen debe verse como una consecuencia y un reflejo de una evolución que ha costado generaciones. Ha costado cientos de años que hubiera cinco mujeres liderando una celebración académica e institucional de primer nivel.

Sin miedo a equivocarnos podemos afirmar que, lejos de ser una casualidad, es el reflejo de los tiempos que estamos construyendo. Es también una clara muestra de la capacidad de transformación que tenemos las mujeres cuando rompemos techos de cristal y nos abrimos paso.

Ese momento, esa fotografía, me llenó de emoción. No solo por nosotras, que también, sino por todas aquellas que no tuvieron la oportunidad de estar en una mesa como esa. Mientras estaba allí, pensé en las mujeres que nos precedieron, que estudiaron a escondidas, que fueron silenciadas, relegadas y borradas de la historia. También pensé en las niñas que vienen: en las adolescentes que, viendo esa imagen, pueden crecer sabiendo que sí, que se puede estar ahí. Que ese espacio les pertenece.

No queremos estar por estar. Queremos estar para decidir, para liderar y para transformar. La igualdad real no consiste solo en ocupar espacios: consiste en hacerlo desde la legitimidad, desde la formación y desde la convicción. En definitiva, consiste en cambiar las reglas del juego para que ninguna mujer más tenga que elegir entre su vocación y su vida.

Como vicepresidenta y diputada de Igualdad, sé que estos gestos simbólicos tienen una fuerza enorme. Pero también sé que no basta con la imagen. Por eso trabajamos cada día para avanzar hacia una igualdad estructural, que atraviese todas las políticas públicas: la educación, la cultura, el empleo, la sanidad, y especialmente, la lucha contra las violencias machistas.

En esa lucha, la formación en igualdad y violencia de género es clave. No podemos proteger lo que no entendemos. No podemos lucha contra lo que no nombramos. Por eso desde las instituciones tenemos el deber de formar, de sensibilizar y de acompañar. Solo con una sociedad plenamente formada, seremos capaces de detectar, actuar y reparar.

La foto del lunes pasado es una foto que guardaré siempre. Porque representa algo más grande que nosotras cinco. Representa una conquista colectiva. Un horizonte. Es una promesa: la de no dar ni un paso atrás. La de seguir construyendo un futuro donde estar en una mesa de poder no sea excepcional para una mujer, sino simplemente lo que corresponde.

Este lunes no hicimos historia. Ese día la continuamos.