Opinión | Bolos
El cardenal ausente del cónclave
Cañizares habría disfrutado mucho con la película ‘Cónclave’, que narra los rituales secretos y las intrigas más antiguas del mundo: la elección de un nuevo Papa

El cardenal Antonio Cañizares delante de una fotografía del papa Francisco, en una imagen de archivo. / Efe/ B. Aliño
La huella de los Borja recorre la ciudad eterna. En Roma y en València, al calor de la celebración de las mejores pompas fúnebres, se conspira con arte para repartir el usufructo del difunto. Es la gran aportación desde las riberas del Xúquer al orbe cristiano, aunque se necesita paciencia y un gran conocimiento del entorno. La que no tuvieron los autores de las rápidas quinielas sobre el cardenal y arzobispo emérito de València, Antonio Cañizares, porque todos los creyentes, agnósticos y algún que otro apóstata de la diócesis saben de su forzado retiro por salud en la residencia de Quart de Poblet. Nadie tampoco duda de que, de estar en forma, llevaría días en El Vaticano, donde los más de cien cardenales electores buscarían sus discretas indicaciones, pues siempre tuvo Cañizares un buen instinto para marcar los pasos de la Iglesia, y seguro que escribiría el nombre de algún prelado salesiano con sede apostólica en África. Pese a la etiqueta de conservador, ganada a pulso por aquella preconciliar ‘capa magna’ de tiempos borgianos, el cardenal de Sinarcas ha sido un ejemplo de amplios consensos. Nunca ocultó su amistad con el socialista José Bono, anclada cuando fue arzobispo de Toledo.
Unos vínculos progresistas que aumentaron con su llegada a València, un año antes del gobierno del Botànic. La primera vicepresidenta de aquel Consell, Mónica Oltra, era habitual en el Palau Arquebisbal, donde siempre encontró consuelo, y donde hubo días que casi tropieza en sus largos pasillos con Gabriela Bravo, su contraria en el gobierno de Ximo Puig. El diputado del PSPV, Antoni Gaspar, a la sazón presidente de la Diputación, e incluso el alcalde Joan Ribó, fueron asiduos, aunque ningún politólogo ha atendido aún a esa derivada divina en la supervivencia de aquellos ejecutivos. Cañizares, al mismo tiempo, frecuentaba a Eduardo Zaplana y Francisco Camps, por lo que no es de extrañar que igual fue a la vera del cardenal donde se reconciliaron. No lo sabremos, por él. La verdad es que su arzobispado resultó más transparente que el de su predecesor Carlos Osoro y más activo, de momento, que el de su sucesor Enrique Benavent.
Habría disfrutado mucho con ‘Cónclave’, la película que narra a la perfección los rituales secretos y las intrigas más antiguas del mundo: la elección de un nuevo Papa.
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