Opinión | Mirador

València

Tierra, nuestro hogar

El Día Internacional de la Madre Tierra se remonta al 22 de abril de 1970, a partir de una protesta liderada por el activista y senador estadounidense Gaylord Nelson (1916-2005), quien, con la ayuda de varias comunidades educativas, organizó un movimiento multitudinario para concienciar sobre los impactos negativos de los humanos sobre el medio ambiente, entre ellos la contaminación, la deforestación y el efecto invernadero. Casi cuatro décadas después, en 2009, la ONU implementó esta fecha, que nos recuerda la importancia de fomentar la conciencia de la interdependencia entre los seres humanos, otros seres vivos y el planeta.

El nombre adoptado por la ONU para este día evoca la relación directa entre la naturaleza y la vida. Es decir, la necesidad de entender, cuidar y respetar los procesos naturales, de interactuar y coordinarse con nuestro entorno, para proteger a la que nos da la vida, a la Madre Tierra. Cada año, somos invitados a cambiar la mirada antropocéntrica sobre el medio ambiente, que ha justificado la sobreexplotación de recursos fundamentales para la propia existencia -como el agua, el aire y el suelo- hacia una visión más integradora, en la que los humanos nos consideramos parte de la naturaleza.

Esta nueva forma de relacionarse con el planeta, que se conoce como «biocentrismo», se inspira, en gran medida, en prácticas basadas en la cosmovisión indígena. La Pachamama, figura central de la cultura andina, por ejemplo, es un buen punto de referencia. Pachamama es la traducción de la palabra quechua «Pacha», que significa «tierra», «universo», «mundo», «tiempo» y «lugar», combinada con «Mama», que significa «madre». La Madre Tierra se ve, entonces, como la fuente de la vida, la creadora de todo. Representa, así, la conexión entre los seres humanos y la naturaleza.

En la cuenca mediterránea, se observaban prácticas vinculadas al culto a elementos naturales en algunas culturas preislámicas, como rocas, árboles y animales. Es inevitable reconocer que estas prácticas han influenciado a las actuales religiones monoteístas, como el cristianismo y el islam. En tales contextos, la naturaleza también se utiliza como un simbolismo de la creación, la vida y la muerte.

Rescatar y preservar esta dimensión espiritual y ecológica de la vida en el planeta es imprescindible para afrontar la crisis ambiental que actualmente compromete la existencia de muchas formas de vida en el planeta, incluida la humana. No nos podemos olvidar de que la Tierra es nuestro hogar y que debemos cuidarla para asegurar nuestra supervivencia y bienestar.

Hay mucho que podemos hacer, como individuos, para conectarnos con los ecosistemas que nos sustentan. Cada acción, grande o pequeña, es importante. Ahorrar agua, evitar el consumo excesivo de energía, consumir alimentos y ropas de forma responsable, utilizar medios de transporte menos contaminantes, reciclar y reutilizar, son tan solo algunos ejemplos muy accesibles.

Solamente si cada uno de nosotros asume una postura de responsabilidad ambiental seremos capaces de establecer una relación más armoniosa con nuestra Madre Tierra. Fundación por la Justicia, asumiendo una portavocía responsable de la sociedad civil, reafirma su compromiso de concienciar a la población y reclamar una postura de los representantes políticos en la adopción de medidas efectivas para la protección del medioambiente.

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