Opinión | Crónicas de la incultura
¿Y si hiciéramos un máster?
Los disparates de Donald Trump alcanzan tal dimensión que casi ha pasado desapercibido su recorte financiero a la prestigiosa Universidad de Harvard, la primera que se fundó en EE. UU. y cuyo claustro ha albergado hasta 161 premios Nobel. Me podrían decir que en plena trifulca arancelaria y con cientos de miles de futuros parados en su nada honroso haber, este acontecimiento seguro que le parece irrelevante al presidente. Pues sí, pero no debería. La Universidad, las universidades, son algo más que mecanismos docentes donde se enseñan cosas que luego permiten tener una profesión. Como sacerdote de uno de estos templos epistémicos (la UV es la segunda mejor universidad española en el ranking de Shanghai) les puedo asegurar que constituyen la nueva religión de la especie humana, la dispensadora de conocimientos sobre nosotros y nuestro entorno. De ahí el respeto que les profesa la sociedad. Lo he comprobado muchas veces, pero a propósito de Harvard recuerdo ahora que, cuando estuve allí impartiendo una conferencia, mis anfitriones me acompañaron al templo de la sabiduría en medio de un silencio reverencial y me enseñaron la biblioteca que había donado John Harvard, el primer mecenas de la institución que lleva su nombre. La iniciativa de Trump, ese presidente zafio y grosero, tiene una dimensión simbólica, además de política: significa que EE. UU. renuncia a seguir siendo la portadora del fuego sagrado de la ciencia. El famoso superhombre ( ‘Übermensch’), que según Spengler vendría a evitar la decadencia de occidente, se convierte, en boca de los asesores de Trump, en inteligencia artificial (IA): Musk y Zuckerberg ya interpretan sus profecías desde sus respectivas plataformas Grok y Open AI.
¿Se está hundiendo el mundo? En absoluto, quien camina aceleradamente hacia su aniquilación es occidente, es decir, «nuestro mundo». Hay mucho narcisismo en la afirmación habitual de que las universidades son una creación europea medieval: Bolonia (1088), Oxford (1096), Paris (1150), Salamanca (1218) y una verdadera floración a partir del siglo XIII. Si van a Fez, no dejen de hacer una visita a su universidad de Qarawiyyin, fundada en el año 859 (¡) como madrasa islámica por una rica heredera tunecina, Fátima al-Fihri. Me dirán que una madrasa es una escuela islámica, no una universidad. Bueno, casi todas las universidades medievales europeas proceden de escuelas catedralicias. Tenemos constancia documental de que el centro de Fez ya funcionaba en 1121 como institución docente de enseñanzas no religiosas, según el historiador Abdelhadi Tazi. Por cierto: su especialidad no era la teología, sobre todo se enseñaban ciencias de la naturaleza y medicina. La universidad Qarawiyyin coincide en el tiempo con la época de esplendor del califato de Bagdad (750-1258), el cual tuvo que ceder la supremacía cultural a la vez que la político-militar a los estados cristianos europeos a partir de las Cruzadas (1095-1272). Existe una relación muy estrecha entre el nivel de excelencia del sistema universitario de un país y su importancia económica, cultural y política en el mundo. Por eso, la minoración de Harvard y de otras universidades augura lo peor para ese país en decadencia que una pandilla de listillos dijo que haría grande otra vez.
Oiga, ¿pero Harvard no es una universidad privada? Miren, una universidad nunca puede ser privada, el concepto universal («de todos») excluye la idea de privar («reservar para unos pocos»). Cuestión diferente es el tipo de financiación, que en el caso de Harvard es privada y que en otros casos es mixto. La diferencia entre universidades públicas y privadas no debería afectar a su calidad, pero esto solo puede lograrse con controles gubernamentales estrictos de todos los centros. En España, donde hay muy buenas universidades públicas y privadas, ha habido cierta tendencia a convertir algunas privadas en negocietes, y hay que echar el freno: por ejemplo, no deja de resultar sorprendente que en diez años las privadas hayan pasado del 32,5 % del total al 50,3% en lo relativo a postgrados, generalmente on line. Uno esperaría que dicha explosión de masters se hubiera traducido en la masiva llegada a España de científicos y profesores de todo el mundo, pero no ha sido así. Aquí la ampliación de la oferta académica se afronta ampliando el horario lectivo del profesorado y poco más. Es el momento de captar gente preparada: el hundimiento intelectual de EE. UU. se manifiesta en la huida de cerebros, con lo que se está repitiendo, pero a la inversa, lo que sucedió cuando al acabar la II guerra mundial los mejores intelectos europeos se instalaron en los EE. UU. Ellos y ellas fueron la razón de su grandeza y la marcha de sus sucesores será la de su decadencia. A ver si por una vez no perdemos el tren del futuro.
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