Opinión | Punto y aparte

València

Por qué no me gustó el programa de Ana Pastor en Paiporta

Frente al periodismo puro de la hora anterior, Pastor apostó por hacer un Nieves Herrero estilo Alcàsser, ahondando en el infinito dolor de las familias

La periodista Ana Pastor.

La periodista Ana Pastor. / L-EMV

A estas alturas de la vida, tanto ustedes como yo sabemos que no hay una única manera de manifestar el dolor por la pérdida de un ser querido, sino que el abanico emocional es tan extenso que puede oscilar desde el hieratismo más absoluto hasta la depresión crónica. La rabia, la ira, la desesperación, la desolación, la indignación o el pasotismo total son perfectamente compatibles con la sensación de vacío e incredulidad que provoca la muerte de familiares y amigos. Y en el caso de la dana, más. Que no se avisara a la población, la extensa y aislada comida del presidente Mazón con la periodista Vilaplana en el Ventorro, la percepción de desamparo y la ausencia de ayuda manifiesta no hace sino acrecentar un desgarro que, con toda seguridad, nunca desaparecerá. Hacia todas las víctimas, mi más profundo respeto y las líneas abiertas para que expresen lo que deseen. 

No obstante, me gustaría aclarar por qué no me gustó, en absoluto, el programa que la periodista Ana Pastor montó en el Ateneo de Paiporta. Porque, de antemano, ya sabía de qué iba. Porque ya lo hemos visto antes y no es nada más que montarte un show a costa del dolor ajeno. El reportaje anterior, el realizado por Equipo de Investigación, fue magnífico con vídeos inéditos, numerosos testimonios, con una cronología excepcional y un trabajo periodístico impecable. Y resalto lo de periodístico. Porque de esto va la cosa, de proporcionar datos y más datos, claves e información para evidenciar la verdad frente a aquellos intereses que quieren desdibujar la tragedia con relatos manipulados de lo que sucedió aquel día. El periodismo es eso. No ceder.

El crimen de Alcàsser

Lo que pasó después en el Ateneo no fue periodismo, fue otra cosa. Fue una exhibición pública del dolor en formato teatro para que las víctimas volvieran a revivir una y otra vez lo que ya habían contado antes en el programa: cómo fue el peor día de sus vidas. Para los que ya tenemos una edad, la asociación fue inevitable: el crimen de Alcàsser y el terrible programa que hizo Nieves Herrero desde una localidad devastada por el horror. Ahí, en ese escenario, se abrió la veda para buscar audiencia con la excusa de visibilizar una y otra vez a unas familias desgarradas que clamaban, con el corazón roto, justicia. La justicia del pueblo. La que no encuentran en la sociedad. Es difícil no empatizar con alguien que ha vivido una situación injusta o perdido a alguien querido, pero hacer de ello un espectáculo nunca ha traído nada positivo. Antes que en la justicia del pueblo, mejor confiemos en la jueza de Catarroja, que tan buen trabajo está haciendo.

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