Opinión

Aranceles versus precariedad

No hay guerra que no tenga detrás intereses económicos para beneficiar y hacer más ricos a los de siempre, a los de arriba

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. / Agencias

Las guerras, las malditas guerras.

No hay ninguna que no mate a inocentes. Ninguna es gratuita. No hay guerra que no tenga detrás intereses económicos para beneficiar y hacer más ricos a los de siempre, a los de arriba, a quienes manejan los hilos de este teatro de títeres, mientras que el resto (la gran mayoría) nos vemos perjudicadas en lo económico, en lo social e, incluso, perdiendo la vida… aunque eso, a los de arriba, les importa bastante poco o nada.

Tampoco es que sea nada nuevo. La historia nos ha ido contando cómo ha habido a lo largo de la misma personajes codiciosos y perversos que han manipulado, mentido, asesinado, han generado miedo y odio, han jugado a ser dioses y han conseguido diezmar la vida de millones de sus congéneres sin pestañear.

Ahora nos encontramos con un presidente de EE UU que, como un niño malcriado, consentido, caprichoso y abusón, ha entrado en la escuela imponiendo sus desvaríos al resto de compañeros y produciendo conflictos que nadie sabe gestionar, y con miedo a las consecuencias que puede haber, si se le lleva la contraria y se aplican correctivos a sus tropelías.

Me espeluzna esta sensación de miedo colectivo que se va instalando en el mundo, ya que no hay nada más perverso que tener posibilidad de utilizar los altavoces de los medios de comunicación y redes sociales para justificar lo injustificable, para deshumanizar, dividiendo más si cabe a la población y generando la sensación de que no hay otra salida más que ceder a los caprichos del abusón y que todas y todos hemos de llevar almuerzo extra por si nos lo quita, además de tener que comprarle piedras y palos a él para defendernos.

Así, en esta guerra de los aranceles que, de momento, está en tregua, todos los países han colapsado y entrado en pánico, y no es para menos, pues la desestabilidad mundial está servida y las consecuencias para toda la población pueden ser catastróficas.

Pero, como siempre, las mayores afectadas serán las personas que menos tienen, los nadie de Galeano, las que ya sobreviven en condiciones de precariedad, las que no están regularizadas, las que tuvieron que migrar por miedo, las que no tienen techo, las que valen menos que la bala que las mata.

También está en juego la democracia. Esa democracia, tal vez débil, quizá poco real en cuanto a participación se refiere, puede que incluso con muchos defectos, pero que durante muchos años ha conseguido que la población viviera en condiciones óptimas, alcanzando metas y consolidando derechos fundamentales, ahora también puede verse seriamente afectada, pues nos han hecho creer, que cada cual se puede organizar sin depender de nadie, que todos los políticos son iguales y que ninguno va a velar por mejorar nuestras condiciones de vida…

No hemos de consentir que se devalúen nuestros derechos, ni que se pisotee el césped del bienestar, y esta es una tarea de toda la ciudadanía unida y sin mirar para otro lado, porque lo otro, lo de la cita de Niemöller «Primero vinieron por los socialistas y guardé silencio, porque yo no era socialista…» ya sabemos que no acaba bien.

Tracking Pixel Contents