Opinión

Desde València, contra Europa: el rumbo equivocado del PP

Las dos principales fuerzas europeístas necesitan más que nunca acercarse y rechazar la influencia de los populismos y los euroescepticismos, que han crecido al calor de este nuevo orden mundial

Mazón y Catalá, con Von der Leyen ayer en València

Mazón y Catalá, con Von der Leyen ayer en València / Levante-EMV

Cada generación anhela tener su espacio en nuestra historia. Ser recordada por haber protagonizado un hito importante. Un punto que, aunque pequeño en la historia de la humanidad, resulte identificable y reconocible al menos en la historia contemporánea. Desde 1945 se han sucedido distintas generaciones que, con matices, pueden considerarse generaciones de estabilidad, paz y prosperidad. Europa, tras haber estado al borde de la autodestrucción, puede presumir hoy de haber alumbrado el mayor número de generaciones consecutivas que han gozado del bienestar que otorga la armonía internacional. Y esa armonía tiene una causa clara: la concordia construida a través del multilateralismo. La alianza internacional reflejada en la ONU, la alianza transatlántica expresada en la OTAN y la Unión Europea como máxima representación de ese multilateralismo son las claves de este dulce momento histórico.

Sin embargo, mucho me temo que estamos viviendo un momento de inflexión. Y aunque la expresión «cambio de época» suele usarse con frecuencia tras cualquier crisis económica o política, esta vez puede que sí sea real. La propia presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, lo advirtió hace apenas unas semanas: «Se acabó el tiempo de las ilusiones». O lo que es lo mismo: se acabó el tiempo de la paz.

Pero no hace falta que lo diga Von der Leyen para advertir que muchas de las premisas que creíamos seguras están cambiando. Dos de las potencias más influyentes del mundo han abierto un ciclo de hostilidad hacia la Unión Europea. Desde Estados Unidos, su propio presidente afirma que la UE se formó para perjudicar a su país, y que con él eso se acabará. Más grave aún, ha llegado a decir que animaría a Rusia a actuar contra los países que no cumplan sus compromisos financieros en la OTAN. Conviene que, esta vez, nos lo tomemos muy en serio. Porque la otra amenaza ya no es verbal: es Rusia, con más de doce mil civiles muertos en nuestras fronteras. Sus hostilidades son militares, no diplomáticas.

Nos vemos así obligados a «convivir» con autócratas que quieren anexionar territorios como Ucrania o Groenlandia, o regalarlos a sus aliados, como Gaza. Para ellos, una Unión Europea que defiende la democracia y los derechos humanos más allá de sus fronteras, representa una figura molesta. Una tutora que pone límites a sus antojos. Por eso quieren una Europa débil, frágil y dividida, relegada a la irrelevancia. Por eso intentan influir en nuestras elecciones nacionales para impulsar fuerzas antieuropeístas, lanzan guerras comerciales, provocan conflictos armados en nuestras fronteras, promueven campañas de desinformación, bloquean acuerdos internacionales, sabotean nuestra transición energética o instrumentalizan los flujos migratorios. Todo ello persigue un mismo fin: debilitar la autonomía estratégica de Europa, fracturar su unidad interna y reducir su capacidad de influencia global.

Y en este momento crucial, hay dos familias políticas que tienen el deber histórico de sostener con firmeza los cimientos del proyecto europeo: la socialista y la popular. Las dos principales fuerzas europeístas necesitan más que nunca acercarse y rechazar la influencia de los populismos y los euroescepticismos, que han crecido al calor de este nuevo orden mundial.

Y cuando se espera responsabilidad y altura política, llega València y rompe las expectativas. Porque hoy, lamentablemente, València simboliza la irresponsabilidad, la negligencia y la incompetencia. La Generalitat ha quebrado la confianza de sus representados con una gestión terrible de la DANA. Es un espejo en el que nadie debería mirarse. Pero además, es un gobierno sostenido por quienes, en el Parlamento Europeo, declaran abiertamente: «Vamos a desmontar esta Unión Europea desde dentro». Palabras del eurodiputado Jorge Buxadé. Palabras que el propio Mazón suscribe al calificar de «ecologismo de salón» el Pacto Verde impulsado por Ursula von der Leyen.

Ursula von der Leyen en València, durante la jornada de apertura del congreso de Partido Popular Europeo ante González Pons y Núñez Feijóo

Ursula von der Leyen en València, durante la jornada de apertura del congreso de Partido Popular Europeo ante González Pons y Núñez Feijóo / Fernando Bustamante

Mi ciudad es y será siempre un lugar magnífico para que ocurran cosas importantes, gobierne quien gobierne. Pero a nivel político, dentro de la familia europea del PP, ¿es el gobierno de València hoy un ejemplo de buena y diligente gestión? ¿Son sus pactos el modelo que va a seguir el Partido Popular Europeo? ¿Son las posiciones de Mazón contra el Pacto Verde Europeo o sus discursos de criminalización de la inmigración el nuevo rearme ideológico que va a salir de este congreso? ¿Puede explicarnos el EPP por qué ha señalado políticamente a València y sus gobiernos organizando aquí su congreso? ¿Por qué deberíamos todos mirar hacia allí?

¿Es esto lo que debe esperar esta generación como respuesta a los desafíos que enfrenta Europa? ¿Una Unión con liderazgos ausentes en sus peores momentos? ¿Una Europa que claudica y asume los discursos de la extrema derecha? ¿Una Europa débil e irrelevante por el protagonismo de quienes quieren «desmontarla desde dentro»?

No. Estas premisas no son el punto de partida que esta generación va dejar a las que vendrán. No seremos recordados por ser la que dividió y debilitó Europa. Seremos recordados no solo por haber defendido haber protegido los valores europeos cuando fueron amenazados si no por haberlos hecho más fuertes con pasos que fortalezcan el proyecto de integración.

Porque esta generación —exigente, formada y resiliente— que ha superado una grave crisis económica, una pandemia y una crisis energética, está preparada para construir una Europa más justa, más verde y más democrática. Una Europa que se parezca más a aquella que convirtió a València en Capital Verde Europea, y no a la València atrapada en el reservado del ventorro que hoy representa la claudicación ante los que quieren romperla desde dentro.

Tracking Pixel Contents