Opinión
Hombres primitivos
Lo que hemos visto tras el gran apagón, ha sido una reacción tan primitiva como la magia en que vivimos

Un hombre con velas durante el apagón, a 28 de abril de 2025. / Alberto Paredes - Europa Press
Alguien dijo que la relación del hombre contemporáneo con la técnica es la del primitivo ante el mago. Observa lo que hace y los efectos que produce, pero no comprende cómo lo hace ni cómo funciona. La estructura de la magia es la acción a distancia. Uno realiza ciertas cosas y realidades muy distantes obedecen. Podemos suponer la exaltación que este proceder causó en el ser humano. Sus pensamientos y acciones podían controlar el acontecer del mundo. Como vieron los positivistas desde Augusto Comte, ese fue el inicio del antropocentismo. Su última manifestación es firmar una orden ejecutiva en un despacho, y esperar que el mundo cambie el eje sobre el que gira.
Esta situación ha vuelto a manifestarse esta semana con el fallo en el suministro de energía eléctrica. Las descripciones populares de ese fallo han ofrecido hallazgos retóricos: España en negro, cero eléctrico, apagón ibérico, fundido general. Todas las expresiones revelaban el estado mental de la ciudadanía. Asombro, impotencia, desconcierto, inquietud extrema de la vida detenida. El momento fue apocalíptico en sentido teológico. Como se lee en Pablo, primera Corintios 7:20-4: «Que cada uno permanezca en el estado en que fue llamado». Así se quedó la ciudadanía, que de repente tuvo que ocupar las estaciones como tiendas de campaña. Esa detención parecía consecuencia de que un poder mágico nos hubiera abandonado.
Cuando vinieron las explicaciones, la magia apareció en su esplendor, con sus palabras extrañas, como recién inventadas por magos que nos ofrecían lo único que ofrecen los magos, efectos tranquilizadores. Aparte de las metáforas arcaicas –«¡se han fundido los plomos!»-, un extraño vocabulario comenzó a circular como si fuera un exorcismo general. Gigavatios, masa síncrona, isla eléctrica, malla interconectada, centrales de regulación o acrónimos misteriosos como Cecoe o Cecre. Como una realidad lejana que hubiese dejado de estar en nuestras manos, todas estas palabras nos revelaban un saber secreto, del que depende nuestra ilusión de poder. Tanto es así, que El Nacional de Cataluña editó un artículo con un glosario de los términos necesarios para seguir el discurso.
Por supuesto, estos glosarios nos permitían hacernos una idea vaga de lo que significa ese abracadabra mágico. Pero en realidad, seguimos sin saber cómo funciona. Una explicación de lo que ha pasado nadie la ha dado y, como toda magia, se invoca un plazo de meses o de años, una vez más acción a distancia. Hay un meme gracioso que circula por ahí. Son dos viñetas. Una presenta el clamor apocalíptico de los españoles ante el gran apagón -este término mítico es el adecuado en este escenario de magia-; la otra presenta un fallo de la luz en la Republica Dominicana y en ella se ve a un grupo alegre de paisanos jugando a las cartas con fruición distendida, iluminados por la frágil luz de una vela. ¿Quién cree más en la magia, el hombre de la gran ciudad o esas humildes gentes que no tienen nada sino la amable conversación, un botellín de cerveza y una vela, todos ellos medios de proximidad, ajenos a la acción a distancia?
Una ley evolutiva aconseja que, cuando se ha conquistado un estado dado, se aseguren los cuarteles de invierno de los estados anteriores, por si es necesario regresar. Pero la evolución tiene un diseño inteligente, mientras que la magia es un asunto de creyentes ciegos. Genera un estado mental que es potencialmente total, invasivo de todos los aspectos de la vida. Y lo que hemos visto tras el gran apagón, ha sido una reacción tan primitiva como la magia en que vivimos. Pues en todos los pueblos de los que se tiene noticia, cuando la magia falla, el reflejo es siempre el mismo. Buscar el chivo expiatorio. El modelo lo conocía ese experto en el folclore que fue Cervantes. Cuando alguien interrumpe la magia del retablo de Maese Pedro, el más exaltado grita: «¡Dar caza al judío, al judío!».
El chivo expiatorio es la forma de dejar intacto el poder de la magia. La búsqueda del culpable lo explica todo, canaliza la ira, paga las indemnizaciones, deja tranquilo. Lo que no hace ni la magia ni el chivo expiatorio es valorar la acción humana. Así se sacude la enojosa pulga de la responsabilidad. Lo que se busca no es la humilde acción humana que ha podido fallar, sino la mala fe, la actitud hostil, la perversión de un actor especialmente poderoso y malévolo, listo y escurridizo, sibilino y oculto, capaz de una conspiración poderosa -todos ellos atributos del judío masón- que de esa manera mantiene el combate contra nuestra dicha.
La mirada mágica sobre la técnica impone que, cuando esta falla, se tiene que representar un chivo expiatorio dotado de los poderes de un gran mago. Y eso es lo que hemos visto estos días. Hablamos de las actitudes conspiranoides de los que están instalados en la miseria psíquica de las masas manipuladas -ayer hablábamos de eso en la presentación del libro de López Alos y Vicent Botella ‘Por qué pensamos lo que pensamos’ en la agradable librería Bangarang-, pero estos días vemos que esa miseria psíquica está muy extendida. Todo lo que sabemos del apagón es que al parecer ha sido una lucha de magos. Y ya se sabe, los magos no son responsables. Si sale mal la magia, es cosa del mago rival más poderoso. La ilustración negra así no dejará de crecer. Puestos a vivir en la magia, lo lógico es identificar al gran mago y seguirlo a ciegas, por lo que pueda pasar.
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