El pasquín de la plaza mayor del mundo

Hay unos nueve kilómetros entre Times Square y la Hispanic Society of America, un cuarto de hora en taxi, si el tráfico de Nueva York lo permite. Esa distancia entre el pantallazo de Compromís contra Mazón y el museo que alberga los mejores Sorolla es parecida a la que hay entre el Palau de la Generalitat y el Ayuntamiento de Paiporta, junto al barranco del Poyo. Pero como ahora todos imitan a Trump, hay que irse hasta la capital del mundo para exhibir nuestras miserias, para dejar claro que somos incapaces de ponernos de acuerdo para reconstruir nuestra zona cero y que el propio autogobierno es virtual, donde tanto gobierno como oposición dirimen cuentas en las redes, a cambio de unos pocos dólares. No somos originales en eso como Sorolla, que después de más de cien años muerto sigue como uno de los artistas más cotizados, ni de su compadre Blasco Ibáñez, que además de una oratoria aplastante y una pluma afilada también triunfó en Estados Unidos, en la otra costa, en Hollywood. Nadie llena plazas ni casinos como hacía don Vicent, ahora con un post, un reel y un storie al día, los electos completan su actividad en la nube. Pronto se nos pasará el enfado por el gran apagón del lunes, todavía sin saber el origen, aunque nos dejó a la intemperie, con la batería del móvil temblando y añorando algo de efectivo en el bolsillo. Por el contrario, la jueza de Catarroja, quién nos iba a decir que recuperaríamos la confianza en la Justicia, nos recuerda cada día que la gestión del 29 de octubre fue una calamidad, y que la responsabilidad única de la emergencia es del Consell de Mazón.

En los quince segundos de “Tenim 228 raons perquè no tornes”, a Sorolla no le habría dado ni para embadurnar el pincel, pero con constancia, oficio y talento pintó más de 2.200 obras que están catalogadas, más las que hizo de propina. Protagonizó dos exposiciones itinerantes exitosas en Estados Unidos, en 1909 y 1911 organizadas ambas por la Hispanic Society. Solo la primera atrajo en Nueva York a unos 160.000 visitantes en un mes. El tiempo es otro, claro, pero el arte sigue perpetuo y la propaganda fugaz.