Opinión | Tribuna
La que se avecina
La próxima liberalización de la variedad Nadorcott en diciembre de 2029, una de las principales mandarinas híbridas con alta capacidad polinizadora implantada en nuestra citricultura, pero también de las más rentables en estos momentos, debería ser un motivo de seria preocupación para el conjunto del sector citrícola valenciano. Más aún en un contexto donde la demanda de fruta sin semilla es cada vez más estricta y el fenómeno de la pinyolà -aparición de semillas por polinización cruzada- sigue sin una solución definitiva, generando tensiones entre explotaciones vecinas y con el propio sector apícola.
Aunque en los últimos años se ha avanzado en la implantación de nuevas variedades híbridas seedless o low seed, con polen poco viable y, por tanto, sin capacidad de inducir semillas ni de autopolinizarse, todavía subsiste una superficie significativa de variedades como la propia Nadorcott o la Clemenvilla. Estas últimas sí tienen un alto potencial polinizador, lo que provoca graves problemas de convivencia agronómica y comercial.
En efecto, la polinización cruzada reduce notablemente el valor comercial de variedades como las clementinas, cuya principal virtud a ojos del mercado es precisamente la ausencia de semillas. La aparición de estas, aunque sea de forma esporádica, lleva al rechazo por parte del consumidor y a la exclusión de determinados lotes por parte de las cadenas de distribución europeas, donde la exigencia de calidad y uniformidad es máxima.
A pesar de que la investigación varietal se orienta exclusivamente hacia materiales genéticos que eviten este problema, la realidad sobre el terreno es que no se ha resuelto la coexistencia agronómica entre variedades polinizadoras y no polinizadoras. De hecho, todas las plantaciones de Nadorcott no enmalladas son activamente polinizadoras, y si su rentabilidad se mantiene la liberalización de los derechos sobre esta variedad en 2029 podría conllevar un aumento súbito de nuevas plantaciones, agravando el problema estructural de la pinyolà.
Además, el conflicto se extiende también al ámbito apícola, donde no son responsables, ya que las abejas actúan como vectores naturales de polinización, creando tensiones adicionales con los citricultores cuyas fincas se ven perjudicadas por la presencia de semillas indeseadas.
En este contexto, LA UNIÓ recuerda que existen ya propuestas técnicas y legislativas sobre la mesa, recogidas en el Acuerdo de la Pinyolà, como:
-Ayudas al enmallado de las parcelas con variedades polinizadoras (como Nadorcott).
-Líneas de reconversión varietal para sustituir híbridos problemáticos por otros agronómicamente más adaptados y comercialmente viables.
Un caso paradigmático es el de la Clemenvilla, que además de su efecto polinizador, sufre en muchas zonas citrícolas el impacto del hongo Alternaria, lo que ha hecho inviable su cultivo. Dado que no puede ser enmallada, ya que la técnica agrava la incidencia del hongo, su reconversión se hace aún más necesaria. Sin embargo, la Conselleria de Agricultura no ha destinado ni un solo euro a estas líneas de ayuda, pese a estar incluidas formalmente en el acuerdo.
Este inmovilismo administrativo está generando un creciente malestar en el campo, donde se exige una respuesta clara y coherente. Si la plantación de variedades como la Nadorcott se va a permitir con total libertad a partir de 2029, debe existir un marco normativo que limite su impacto negativo sobre otras explotaciones. LA UNIÓ propone que cualquier nueva plantación o injerto de variedades con capacidad polinizadora se condicione a medidas como el enmallado obligatorio durante la floración y que se establezca un sistema de certificación y control, protegiendo así la calidad de las producciones vecinas de cítricos, a otros cultivos que precisan de polinización como el aguacate y, por tanto, se facilite la actividad económica a los apicultores.
Porque la libertad de plantación no puede convertirse en libertinaje, y el futuro del sector pasa por garantizar una convivencia ordenada, sostenible y equitativa entre diferentes modelos productivos. Está en juego la viabilidad de miles de pequeñas explotaciones citrícolas, el prestigio del producto valenciano en los mercados internacionales y la armonía entre sectores económicos tan esenciales como la apicultura y la agricultura.
La que se avecina puede ser crítica si la administración no está a la altura de las circunstancias. El momento de actuar es ahora.
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