Opinión | Mirador

Europa: la fuerza de la palabra

Nada nuevo bajo el sol, sabemos la importancia que tiene el verbo, pero resulta muy curioso cómo se nos olvida en tantas ocasiones. Haciendo un viaje en el tiempo ya encontramos referencias bíblicas que ponen la nota en la importancia de la palabra hablada y también de la escuchada; Santiago 1:22-25. «Pongan en práctica la palabra y no se limiten a sólo escucharla pues de otra manera se engañan ustedes mismos. El que escucha la palabra, pero no la pone en práctica es como el que mira su cara en un espejo y, en cuanto se va, se olvida de cómo era».

En tiempo más reciente, la morfología y la semiótica, también hacen referencias constantes a la importancia de la palabra en la construcción del pensamiento humano. Las palabras no son solo una herramienta de comunicación, sino también una fuerza que da forma a nuestros pensamientos, emociones y relaciones. Las palabras que usamos y escuchamos tienen un impacto profundo en nuestra percepción de la realidad y en cómo interactuamos con el mundo que nos rodea, por tanto, según como se utilice nos puede conducir en direcciones muy distintas.

Sin ir muy lejos, tenemos la oportunidad de comparar como desde que hemos iniciado un tiempo nuevo, tras el giro que se ha producido en la Casa Blanca, nos encontramos que las palabras con las que se relación el termino Europa, tienen un tinte muy determinado y están ligadas a: rearme, guerra, ejercito, aranceles, economía, kit de supervivencia. La siembra del miedo parece que está obteniendo resultados, lanzando el viento en una dirección determinada, que parece estar dando ordenes al destino del continente.

Resulta sorprendente, como han desaparecido aquellos términos que dieron origen a la unidad de la Europa social. Apenas nadie habla de eso, y cuando se nombra, casi siempre es para identificar la perdida de calado en derechos y libertades. Han perdido fuerza iconos que le dieron sentido, como ‘Welfare State’ o Estado del bienestar, símbolos de aquellas formas de organización sobre las que se quería construir una forma distinta a la que se había vivido hasta mediados del siglo pasado.

Volvemos a la palabra y como se han ido colando en nuestra construcción del pensamiento, términos repetidos, manoseados y dotados de una rotundidad que apenas hace unos meses nadie los hubiera expresado con un mínimo de seriedad. Ningún programa llama a un contertulio a participar en un debate sobre la Europa social, cuando es más necesaria que nunca, las participaciones en medios vienen todas vestidas de uniforme, justificando de una y de mil maneras, la necesidad de armarnos para defendernos.

No deja de resultar extraña la velocidad y la fuerza con la que hemos identificado al enemigo, algo muy extraño porque los enemigos son una tarea que se va construyendo con tiempo y esfuerzo mutuo, en cambio, en la extraña Europa actual nos hemos puesto en lógica guerrera y andamos enormemente preocupados analizando cómo será la Europa devastada, por una terrible contienda mundial de la que nadie hablaba hace unos meses.

Seguramente, ha llegado el momento de volver a sacar a pasear el concepto Europa social, estamos en días de celebrar una fecha emblemática, el nueve de mayo, como referente de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. El presente no puede ser un año más, ahora ya sabemos que nos tenemos que esforzar en utilizar adecuadamente el lenguaje, con el que trasmitir lo que nos hizo fuertes y lanzar cables de conexión para seguir haciendo posibles alianzas entre los europeos, impregnando el ambiente de terminología tan europea como, derechos libertades, bienestar, reparto, cohesión social … y hacerlo con el soporte de una Europa fuerte, unida y federal.

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