Opinión

València

Mirar y ver es la cuestión

A veces los cazadores de las secuencias que nos rodean remarcan ángulos extraviados que anticipan lo que está por venir. No es chamba, son las horas dedicadas a patearse la calle

Salomé Pradas y Carlos Mazón, con Núñez Feijóo.

Salomé Pradas y Carlos Mazón, con Núñez Feijóo. / Efe/Försterling

Me he sumergido en la muestra fotoperiodística de un año revolcado en un otoño siniestro por la fuerza de la dana y por el desasosiego que se perpetró. Pero los diseñadores de la exposición han tenido el acierto de rodear de vida por todos lados el destrozo de aquellas primeras jornadas con lo cual el impacto de la gran herida es incluso superior. Porque, por mucho que cueste afrontarlo, el día a día se impone.

A veces los cazadores de las secuencias que nos rodean remarcan ángulos extraviados que anticipan lo que está por venir. No es chamba, son las horas dedicadas a patearse la calle y la contrastada percepción de que, por difícil que parezca, en este territorio nuestros clásicos son capaces de superarse. Si no no se explica la instantánea captada en febrero del 24 y el ojo de detenerse para disparar al paso de la comitiva quedándose con ese encuadre y no con cualquier otro. En él caminan por el bulevar el tal Mazón con la consellera Salomé Pradas atendiendo es de suponer a las explicaciones del alcalde de turno y aparecen semi reflejados en el cristal de un comercio en el que, sobre la silueta de un astronauta, clama un llamativo artificio de venta: «Houston, I have so many problems...». Transcurridos unos cuantos meses no hace falta que les diga quiénes no pueden salir del escaparate.

El recorrido completo acoge el desbordamiento solidario con estampas que sobrecogen junto al arraigo de tradiciones desparramadas por múltiples rincones y otras pasiones como vivencias en torno al esférico, destacando lo acontecido alrededor de la final de la última Eurocopa con España e Inglaterra en el frente. El gesto pescado por el «clic» en la zona guiri de Benidorm es de campeonato. Presenta a un hooligan sobre la muchedumbre con el culo a la intemperie pegado a la cara de asco de una señora. No se me ocurre una metáfora mejor para la más sucia por dentro de las prácticas deportivescas que vuelve loco a medio mundo y parte del otro. Y de ese modo, con semejante tino, quedamos retratados los que faltábamos.

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