Opinión

doctor en Filosofía y profesor

El Dios de Cercas, ¿el de todos?

Por mucho que nos duela, seamos creyentes o no, no podemos no llamarnos cristianos

Javier Cercas habla de su último libro "El loco de Dios en el fin del mundo"

Javier Cercas habla de su último libro "El loco de Dios en el fin del mundo" / Fernando Bustamante

Los meses de abril y mayo aglutinan las ferias del libro más importantes junto con la festividad de la Semana Santa y la Pascua. Estas semanas un acontecimiento editorial y literario ha sabido recoger estas efemérides de la mano del libro de Javier Cercas El loco de Dios en el fin del mundo. En las entrevistas que ha hecho por el lanzamiento del libro, ha desgranando los entresijos de la obra y cómo, una persona atea y anticlerical, se vio desbordado y sorprendido al ser invitado por el Vaticano para acompañar el Papa Francisco en el viaje a Mongolia en mayo de 2023. Lo más destacable de sus palabras es que desde un ateísmo militante, Cercas invita a llevar a cabo un ejercicio de comprensión sobre aquellas realidades con las que no nos identificamos. En un tiempo de polarización y señalamiento se torna en una plataforma de aire nuevo para coger fuerzas y no sucumbir a los exabruptos de la política y de los grandes ritmos mediáticos. 

La primera idea a destacar es que, por mucho que nos duela, seamos creyentes o no, no podemos no llamarnos cristianos. Europa es el encuentro entre Atenas, Jerusalén, Jesucristo y Sócrates, dirá Cercas, a ello le deberíamos sumar, Roma y la eclosión de la ciencia moderna en lo siglos XVI y XVII. Occidente y Europa no pueden conocerse sin estas realidades que van más allá de ser de derechas o de izquierdas. Lo importante es no ser imbécil, esto es, ignorar de dónde venimos. Ortega y Gasset, en su primer libro publicado en 1914, Meditaciones del Quijote, ante un España analfabeta, donde la cultura brillaba por su ausencia, clamaba la necesidad de la comprensión y de la escucha para crecer y acercarse, incluso, con lo que no nos identificamos y negamos. No existe mayor ejercicio civilizatorio que acoger lo ajeno y extraño, no compartirlo, pero sí conocer todos sus peligros e implicaciones. Cercas habla de la importancia de la escritura y de la literatura para llevar a cabo este proyecto de comprensión y no de demonización. De ahí la importancia y la radicalidad del estudio y de la lectura.

A partir de esta idiosincrasia, Cercas sólo le puso a una condición a la invitación procedente del Vaticano: tener una conversación privada con el Papa para que le respondiera si su madre estaba junto con su padre tras experimentar la resurrección. Toda la creatividad y la cultura humana se reduce a dar razones de esas preguntas existenciales que traspasan a la humanidad: quiénes somos, a dónde vamos, qué debo hacer y, la más inquietante, qué me cabe esperar después de la muerte. Cuestiones por las que todos pasamos e intentamos enfocar a partir de nuestras experiencias de vida. Ahí nos encontramos todos, sin excepción. Cercas afirma que es más ateo todavía después de escribir el libro. Otras personas encuentran en el Dios de la Iglesia católica, como en otras confesiones, el camino, la verdad y la vida. Sin embargo, cuando la vida golpea todos acudimos al lenguaje universal del amor, del abrazo, del cuidado, de la fidelidad y exclamamos y miramos al cielo en busca de apoyo y respuestas. En esa búsqueda y consuelo nos encontramos bajo el mismo Dios o realidad que nos exhorta y exclama. 

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