Opinión

València

¡Sabotaje, sabotaje! gritó el capitán

No hay paz para nadie, el discurso político está volcado a deteriorar al otro (Sartre decía que el infierno son los otros)

La Guardia Civil investiga el robo de cable en el AVE, que enfrenta de nuevo a PP y PSOE

La Guardia Civil investiga el robo de cable en el AVE, que enfrenta de nuevo a PP y PSOE / Efe

El Corsario Negro de Emilio Salgarí alertaba contra miembros de su tripulación que trataban de eliminarlo y conspiraban contra él haciéndole creer que eran leales a su liderazgo. Utilizaban distintas informaciones falsas para conseguir que los marineros se pusieran a favor del motín. Los sabotajes son de distintas categorías y con diversos motivos. Un objetivo es crear rupturas imprevisibles en el enemigo por medios no convencionales en tiempos de guerra, pero no solo, también en épocas de paz para fomentar inestabilidad social y política a fin de derrocar un gobierno o un régimen, y para ello se boicotean empresas públicas y privadas, vías de comunicación, oleoductos o servicios públicos para producir un ambiente popular de rechazo con el sistema. A lo largo de los dos últimos siglos han proliferado los sabotajes de intensidad variable. Un anarcosindicalista francés como Emile Pouget que contribuyó a la configuración del sindicalismo revolucionario escribió El sabotaje (1901) para contribuir a la lucha revolucionaria utilizada por anarquistas, comunistas, fascistas o nazistas, pero en algunos casos también por liberales, conservadores, o socialistas. Mecanismos todos para desestabilizar los poderes establecidos.

Durante la Guerra Fría las dos grandes organizaciones de espionaje y contraespionajes, la CIA y el KGB, aplicaron estrategias varias para encausar la dirección de políticas de los gobiernos. Chile o Cuba son ejemplos de su injerencia en 1973 y en 1959, pero sus acciones abarcan a otros muchos de manera total o parcial. La utilización de espías compra de voluntades, sobornos, infiltraciones o ayudas militares forman parte de la estela de acciones para conseguir los objetivos. Son también los llamados “ingenieros del caos” que señala Giuliano de Empoli. El cine y las novelas han dejado multitud de testimonios para recrear la imaginación y la especulación sobre supuestos planes de intervención. De hecho, es difícil encontrar documentación que testifique las injerencias y se utilizan indicios o testimonios orales no siempre fiables. Los archivos descalificados de Kissinger dan cuenta fiable de la intervención de EE UU en el golpe de estado de Pinochet en 1973.

Ahí está la raíz del problema porque solo queda la especulación y resulta difícil separar lo verdadero de lo falso, todo remite a creencias emocionales. Y así lo que ha ocurrido con el robo de cobre y la paralización de los trenes ha derivado en otra trifulca política sin resuello para el descanso. La medida de todas las cosas es deteriorar al gobierno de Sánchez para que este convoque elecciones y el centro derecha, junto a la ultraderecha, consigan la mayoría para un nuevo gobierno. ¿Es posible que haya habido una conspiración para crear un ambiente de caos acompañando a los discursos de los representantes del PP y Vox a fin de generar un rechazo social? Difícil de demostrar. La oposición ha visto un resquicio por donde atacar y lo ha atribuido a un asunto de la ineficacia del Ejecutivo: no funciona, dicen, nada con este Gobierno. Y desde la izquierda no se descarta una operación para fomentar desanimo y caos. Da igual lo que se contraargumente si eso se consigue, el destino es lograr el poder a toda costa. El PP alega que el PSOE se comporta igual cuando está en la oposición y pone como ejemplo la movilización contra Mazón por la dana porque considera que en todo caso las responsabilidades son compartidas porque los barrancos y la Confederación son competencias del gobierno de España. Y el PSOE a su vez saca la retahíla de sucesos pasados: el accidente del metro de Valencia o el atentado del 11M. No hay paz para nadie, el discurso político está volcado a deteriorar al otro (Sartre decía que el infierno son los otros), y no hay un espacio para disminuir la agresividad verbal. Y ¿por qué? Debajo de todo permanece la parte de la sociedad, que lideran el PP y Vox, del miedo, real o imaginado, a que España se deshaga como Estado, atribuyéndolo a la política de Sánchez con los nacionalismos. Para el PSOE que el PP acabe aceptando las tesis de Vox con su políticas de extrema derecha, a favor de Putin, similar a lo que está ocurriendo en Europa y parte de América.

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