Opinión
Pintura valenciana S.XIX y XX: Rafael Estellés Bartual

Un visitante a la muestra / Ana de los Ángeles
Mi padre era un entusiasta de la pintura valenciana del siglo XIX tardío y principios del XX. Decía que había que visitar muchas veces la sala del Museo San Pío V para que los ojos aprendiesen a mirar la luz de la pintura de la escuela valenciana, una de las mejores escuelas de pintura que haya dado el arte español de los últimos tiempos. Fue de su boca donde escuché por primera vez los nombres de, Cecilio Plá, Muñoz Degrain, Martínez Cubells, José Benlliure, José e Ignacio Pinazo, José Segrelles, y otros grandes pintores menos conocidos. Su padre, es decir, mi abuelo, era por su parte contemporáneo de Sorolla, Pinazo y Renau y el vestíbulo de su casa estuvo siempre presidido por un cuadro de Pinazo llamado Floreal, que, aunque imaginaba entonces como auténtico, hoy he sabido que no podía ser más que una excelente serigrafía.
Esta semana he tenido la fortuna de visitar la exposición de la Fundación Bancaja Escenas y paisajes en la pintura valenciana. Siglos XIX y XX, comisariada por el catedrático de Historia del Arte Francisco Javier Pérez Rojas, y la he recorrido acompañada de tres generaciones de la familia Roig Estellés, descendientes de uno de los pintores incluidos en la muestra antológica: Rafael Estellés Bartual, un autor que merece ser conocido y reconocido.
Rafael Estellés fue pintor, dibujante y cartelista. Nació con el siglo XX, justo en el año 1900 en Benimamet (Valencia) y fue el último de 11 hermanos. Se incorporó muy joven al taller de cerámica Hermanos Vilar de Manises y finalizó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos en Valencia donde tuvo como maestro a José Benlliure, Isidoro Garnelo y Ricardo Verde. Dicen que destacaba por su técnica para el dibujo y que era hombre afable, familiar y trabajador que combinó el estudio con su trabajo como litógrafo obteniendo numerosos premios, además de exponer sus cuadros tanto en Granada como en el Museo de Arte Moderno de Madrid. Dicen también que se parecía a Degrain por su forma de componer retratos, paisajes y bodegones y por su pintura cálida. Estellés Bartual fue también uno de los creadores de la sala Blava en 1930, primera galería de arte que propició la renovación artística en Valencia e impulsó el paso de la tradición local a la modernidad. Llegó con gran empeño y esfuerzo a ser catedrático de Pintura y colaboró en la composición de carteles junto a Josep Renau, codo con codo, durante la guerra civil española. Fue por este motivo por lo que le fue arrebatada la cátedra de dibujo que debió recuperar con nuevos exámenes una vez terminada la guerra. Murió en 1985 y el Instituto Valenciano de Arte Moderno reconoció su maestría y seleccionó uno de sus cuadros “Cuevas de Benimamet” en la exposición retrospectiva “cien años de pintura valenciana”.
En la muestra de Bancaja encontramos dos de sus cuadros de gran dimensión: Abuela y nieta y Las cuevas de Benimamet, dos obras en las que vale la pena detenerse. Además, se exponen los cuadros de más de 50 artistas valencianos, algunas de ellos inéditos y la exposición plantea una mirada evolutiva de la pintura valenciana en el periodo que oscila entre 1850 y 1940 y que renovó los cánones académicos de representación de la pintura costumbrista y paisajística valenciana. El recorrido aborda temas como el costumbrismo rural: la modernidad de la cartelería festiva; la Arcadia feliz de la huerta; el mar y la Albufera de Valencia; la importancia de la figura de la mujer valenciana; y el significado de la religiosidad popular. El campesino aparece como un sujeto identitario de la valencia agrícola que en vías de disolverse ante el avance del desarrollo de la sociedad moderna de principios de siglo XX. Encontramos también un audiovisual con imágenes de la Batalla de las Flores de 1905, procedentes de los fondos de la Filmoteca Valenciana y algunas fotografías cedidas por la Biblioteca Valenciana Digital.
La muestra resalta el color, los paisajes, la alegría de nuestra tierra y el enorme talento del que somos herederos. Solo hay una pregunta que no he podido evitar cuya respuesta queda en el aire: ¿No pertenecía también Manuela Ballester, excelente pintora, ilustradora, escritora, cartelista, editora y poeta a la generación de los treinta? ¿No era acaso compañera de todos ellos? También ella, como Estellés Bartual, merece su lugar en la historia.
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