Opinión
Los carros de Gedeón

Palestinos junto a un fallecido por los ataques de Israel en la Franja de Gaza, esta semana. / EFE
Es un héroe bíblico que da nombre a la nueva operación israelí sobre la Franja de Gaza que se diferencia de las anteriores en que sus soldados ocuparán "indefinidamente" el territorio. Confieso que me resulta imposible ver las terribles escenas de muerte, hambre y desolación que allí se producen como consecuencia de la desproporcionada respuesta de Israel a las atrocidades cometidas por Hamas hace ahora año y medio. Son más de 50.000 palestinos muertos y la cifra aumenta con cada día que pasa. A este paso nunca habrá Estado Palestino porque no quedarán palestinos. Y por increíble que parezca, cuando la Corte Internacional de Justicia o el Tribunal Penal Internacional piden que se respete el Derecho Internacional bélico y humanitario, Trump amenaza a sus jueces.
Ni los israelíes ni Hamas parecen interesados en prorrogar una tregua que exige lo que ninguno quiere conceder: Israel no quiere retirar su ejército sin antes terminar con Hamas y liberar a los rehenes, algo que en mi opinión solo pide con la boca chica, y además la tregua obligaría a Netanyahu a convocar elecciones, a formar una comisión de investigación sobre los fallos de seguridad del 7 de octubre, y él mismo podría acabar en la cárcel por acusaciones de corrupción que evita mientras es primer ministro. Y los milicianos de Hamas, que presumían impúdicamente cada vez que liberaban a un rehén como si hubieran ganado una guerra que ha llevado a su pueblo a una catástrofe sin igual, no quieren quedarse sin rehenes -aunque sean un crimen de guerra- porque son la única débil baza de negociación que les queda. De manera que Trump tendrá que esperar antes de hacer en Gaza esos casinos de los que obscenamente habla.
Mientras el mundo anda distraído con el encuentro fallido en Estambul y la incapacidad de Putin y Zelenski para ponerse de acuerdo en un alto el fuego que permita a Trump reclamar el premio Nobel de la Paz, otra obscenidad, los muertos palestinos siguen creciendo día a día y amontonándose sobre el desolador paisaje de ruinas en que se ha convertido la Franja de Gaza. Israel está crecido, tiene luz verde del presidente estadounidense “más pro-israelí de la Historia” - como ha reconocido el mismo Netanyahu- y quiere reordenar todo Oriente Medio de acuerdo con sus intereses y eso pasa por organizar una “emigración voluntaria” -que huele a “limpieza étnica”- de los palestinos de Gaza, disminuir su presencia en Cisjordania donde 40.000 han sido ya expulsados de sus hogares (Israel no oculta su deseo de anexionarse también al menos parte de ese territorio), e impedir el rearme de Hizbolá y su regreso al sur del Líbano, mientras desestabiliza y debilita cuanto puede Siria y ocupa parte del Monte Hermón junto a los Altos del Golán ya anteriormente anexionados. De esta forma se dota de una zona de seguridad en torno de sus fronteras mientras sigue aumentando su propio territorio. Es cierto que los hutíes de Yemen todavía incordian con esporádicos lanzamientos de misiles mientras americanos y británicos les bombardean para evitarlo y mantener el Estrecho de Ormuz abierto a la navegación. En el horizonte israelí queda aún Irán, cuya posible nuclearización es un peligro para la región y para el mundo entero. Jerusalén querría aprovechar para acabar con también esa amenaza... hasta la última gota de sangre americana.
Sin embargo algo parece estar cambiando. En su reciente viaje a Oriente Medio, centrado en los negocios, Trump no ha visitado Israel que puede estar convirtiéndose en una rémora para sus planes con los árabes, y se ha entrevistado con el líder sirio Shara, por cuya cabeza Washington ofrecía hace poco diez millones de dólares, mientras mantiene con Irán conversaciones que los ultras de ambos bandos y el mismo Estado hebreo tratan de torpedear. No es poco.
Pero la prioridad hoy es detener el horror de Gaza, cuya población lleva tres meses sin recibir ayuda humanitaria y amenaza una hambruna como la de Sudán, mientras el mundo mira a otro lado. A mí me avergüenza y me indigna y además me temo que también esta crisis se cerrará en falso, como todas las anteriores, y volverá a estallar en el futuro porque estos horrores son semilla de odios y porque no habrá seguridad para Israel sin justicia para los palestinos. Lo que yo no haría es hablar de genocidio, como hace Pedro Sánchez, antes de que lo certifiquen los tribunales.
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